lunes, 10 de agosto de 2015

LA TRILOGÍA DE ZÚÑIGA SOBRE LA GUERRA CIVIL (II)


Tres notas conforman esta segunda (y última) entrada sobre Eduardo Zúñiga. En la primera hablo de un tema recurrente en la trilogía; el amor frustrado. En la segunda estudio uno de sus relatos más significativos: Noviembre, la madre, 1936. Y en la tercera resumo algunas opiniones críticas significativas sobre su obra-


UN TEMA RECURRENTE: EL AMOR FRUSTRADO

La guerra produce en muchos de los personajes de la trilogía cambios inesperados que sorprenden a quienes les rodean. En el comienzo del cuento “El viaje a París”, del libro Capital de la gloria el narrador dice: En tiempos tan difíciles, en una guerra, nadie podía entender los cambios que acaecían pues los hechos se atropellaban y la integridad de los caracteres se quebraba, maltrechos por alarmas, miedos y conmociones. Y unos de los cambios más recurrentes en los relatos de la trilogía es el que se produce en los sentimientos amorosos de los personajes, como si la guerra (con la posibilidad real de que con ella se fuera la vida en cualquier momento) operara de válvula de escape que permitiera aflorar las frustraciones y los deseos ocultos.  Amores secretos, impulsos reprimidos, decisiones imprevistas se revelan en muchos de esos relatos. Y casi todos ellos tienen un punto en común: su final fallido, su desenlace fracasado, como si el autor negase que el amor pudiera sobrevivir entre tanta destrucción; o dicho de otra manera, como si otra de las destrucciones que acompañan a la guerra fuera la del impulso amoroso.

Podemos ver bastantes casos de esta situación.  Por ejemplo, frustración, vencimiento, derrota es lo que le sucede a la madre de “El viaje a París”, que creía haber encontrado un renacer  y una transformación en la continuada aventura furtiva con un extranjero y que, al final, se derrumba en la mesa familiar, vencida por la adversidad: Terminado el plato de la cena, apoyó los brazos en la mesa y todo el volumen de su cuerpo gravitó y se hundió como si de allí ya no pudiera levantarse por una renuncia que la mantuviera sujeta al círculo de hijos, unida a la suerte fatal que les aguardaba, según era justo prever.

Algo parecido  le ocurre a Adela, la protagonista de “Los deseos, la noche”, que sale de casa al anochecer, dispuesta a no negarse a la solicitud que alguno le hiciera e irse donde la llevara, dispuesta a experimentar lo que hacía tiempo deseaba En ese deambular nocturno fracasa en su deseo de unión primero con su novio, después con el desconocido del refugio, y al final, ni siquiera consigue posar desnuda para un cuadro de su tío pintor, otro frustrado en su amor imposible por su vecina Carmela.

¿Y qué decir de esa pobre costurerita, Rosa de Madrid, sin noticias de su novio, aterrorizada por las muertes ocasionadas por las bombas, que va errando sola por las noches, incapaz de sentir el arrebato de la pasión con la que siempre soñó , y que solo es capaz de librarse de la angustia con ese chillido desgarrador del final del relato?:  Rosa oyó un ruido de tambores, sordo, pausado, que se acercaba; como un único tambor enorme, o muchos que venían con la noche, en una multitud silenciosa y malvada, dispuesta a destruir todo, y avanzaban hacia la estación, y al figurarse esto, lo que tanto temía, dio un chillido, se tapó los oídos con la palma de las manos y para protegerse corrió al umbral de una puerta cerrada, se acurrucó en el suelo y gritó, porque gritando alguien podía venir y salvarla; así aulló durante horas.

Doble frustración (la del amor no correspondido y hasta la del amor que “no puede decir su nombre”) es la que acompaña a Antonio hasta los años de la posguerra en su inútil perseguir la figura de Julio a quien no ha dejado de amar, siempre en secreto. Y también es imposible para Santiago alcanzar el amor de Amalia en el relato “Las huidas” con la ironía final de que, cuando ella decide aceptar interesadamente el amor de Antonio, este ya ha huido de Madrid a Valencia dejándola abandonada.

A veces el suicidio es el último refugio para esos amores contrariados, como el que ejecutan las dos mujeres del relato “Calle de Ruiz, ojos vacíos” y que descubre un ciego, amante de una de ellas: Le acarició la cara y le movió los brazos y la cabeza, pero de pronto sus dedos rozaron otro cuerpo y pasó a palpar otra mujer también desnuda que él no podía imaginar quién fuese y que le arrojó a una hondonada de horror aún más incomprensible cuando sus manos llegaron a las piernas y las encontró trenzadas, rígidamente entrelazadas las inefables morbideces que le golpeaban la cabeza como mazas al reconocer que estaban ceñidas a las de Carmen tan fuertemente como raíces o tallos de hiedra o miembros de amantes crispados de pasión.

En ocasiones el amor se tiene que ocultar para no herir, pero ese ocultamiento acaba descubriéndose arrastrando consigo a los protagonistas.  Así ocurre en dos relatos muy similares, “Anillos de traición” y “Hotel Florida, Plaza del Callao”. Esta es la reflexión final de uno de los protagonistas de este último relato, cuando una muerte violenta le lleva a descubrir un penoso (para él) secreto amoroso: Para mí fue un cuchillo puesto en la garganta. Me callé, pensé en todo aquel desastre que se nos venía encima y ella, en medio del remolino, interrogada, asediada a preguntas, quién sabe si hablaría de paseos por barrios extremos o del bisturí con su funda dorada que como juego llevaba en el bolso (…) Pese a todo, la quería  como a ninguna otra, esquiva, inconquistable: la culpa era de la  guerra, que a todos cegaba y arrastraba a la ruina.

Pero no siempre se acepta la realidad de esta manera; es el caso del marido tullido de “Puertas abiertas, puertas cerradas”, que deja encerrados a los dos amantes (su mujer y su hermano) para ir luego a denunciarlos como quintacolumnistas.

En fin, otras veces el amor (o el sexo) es solo una aventura pasajera y oculta como la que viven los personajes de “10 de la noche, Cuartel del Conde Duque”, uno de los relatos más desesperadamente tristes de los de este asunto. O la búsqueda del amor/sexo conduce a la muerte como le sucede a unos de los dos milicianos que abandona su posición una noche para estar con una mujer (“Ventanas de los últimos instantes”).

Para acabar, el señuelo del amor llevará a otros personajes a su ruina, como le sucede a la dependienta de “Mastican los dientes. Muerden”, engañada doblemente por un señorito rico que acabará denunciándola para salvarse él y su familia. El tema del amor y la codicia (ahora mezclados con el heroísmo y la abnegación) también domina el relato “Joyas, manos, amor, las ambulancias”.

Todos estos son ejemplos de un tema reiterado en los cuentos de Zúñiga: la guerra exacerba la necesidad de amar de las personas, hasta llegar a trastornarlas; pero nunca ese amor conduce a la felicidad de los personajes: al contrario, frecuentemente les lleva a su destrucción.



ANÁLISIS DE UN CUENTO,  NOVIEMBRE, LA MADRE, 1936

El primer relato de Largo noviembre en Madrid abre cronológicamente el libro (aquellos meses de plomo) de la misma manera que el último relato lo cierra cuando el centinela protagonista acepta la inmediatez de la derrota (cargado de todas las experiencias que se hubiesen acumulado en los últimos tres años). Entre esos dos espacios temporales (1936-1939) y en un solo espacio físico (Madrid,  pobre y limpia, pequeña, de aires puros y fríos, algunas avenidas, iglesias y ministerios, asentada entre campos yermos, rodeada de arrabales con nombres entrañables para los que vivieron su historia cotidiana), se desarrollan los dieciséis relatos del volumen.

El cuento inicial, titulado Noviembre, la madre, 1936 es una especie de pórtico o introducción al sentido e intención del resto que componen el volumen: Una voz anónima abre el relato con el temor de que el tiempo borre todo rastro de la guerra: Pasarán unos años y olvidaremos todo; se borrarán los embudos de las explosiones, se pavimentarán las calles levantadas, se alzarán casas que fueron destruidas. Cuanto vivimos parecerá un sueño y nos extrañará  los pocos recuerdos que guardamos.

Casi al final del cuento, la voz en primera persona del narrador (¿autor?) responde y contradice ese temor inicial y afirma: Así éramos entonces. Han pasado muchos años y a veces me pregunto si es cierto que todo se olvida; desaparecieron los últimos vestigios, sí, pero en un viejo barrio observo en la fachada de una casa la señal inequívoca del obús que cayó cerca y abrió hondos arañazos que nadie hoy conocería, y me digo: nada se olvida, todo pervive. Y esto que se dice a sí mismo el narrador constituye el resto del libro (y aun de la trilogía): hundiéndose por el subterráneo del recuerdo, Juan Eduardo Zúñiga recompone la foto rota en mil pedazos que fue el Madrid de la guerra y la inmediata posguerra. Y frente a la advertencia temerosa de la madre (pasarán unos años y olvidaremos todo) el hijo afirma lo contrario: todo pervivirá. Y, gracias a la escritura, ni la muerte --podemos decir nosotros, contradiciendo aparentemente al autor-- borrará la persistencia de aquella cabalgata ennegrecida que fueron los años que duró la contienda.

Por lo demás, gran parte de los temas reiterativos a lo largo de la trilogía están presentes en este relato. Veamos algunos de ellos:

El cainismo fratricida, como símbolo del significado de la guerra civil. Sin llegar a extremos de odio de los hermanos de Campos de Carabanchel, los tres hermanos de este relato compartían una casa como personas desconocidas (…) perdida la antigua evocación familiar, sentían entre ellos una aversión que no se ocultaban porque a la muerte de sus padres se había producido una separación infranqueable; de tal manera que tenían el propósito de no volver a verse no bien se terminara aquel asunto.

La descomposición de una estructura familiar tradicional. Aparece el recuerdo de la figura desvaída y muda del padre alejado de los suyos porque compartía su paternidad con  otra casa, y del que poco sabían, ni de sus ingresos, ni de sus amistades, porque vivía como huésped en una casa cómoda, donde tenía una familia que le prestigiaba y cuya formación había correspondido a una unión artificial, no basada en sentimientos ni en amor, sino en unas razones escuetas y prácticas que estaban ligadas a su mundo.
Frente a ese padre distante, la madre vive aparentemente absorbida por lo hogareño aunque el hijo menor percibe sus deseos de huir de esa prisión en la que vive, condenada de por vida al entramado familiar, pendiente de la administración doméstica, sin entrever una forma de escapar. Enfrentados al padre y a los hijos mayores, se forja una tenue alianza entre la madre y el hijo pequeño plasmada en la decisión de desechar para siempre la mezquindad de aquella forma de vida, la impronta vergonzosa de lo pasado y mirar de frente otras posibilidades.

La ciudad de Madrid comparada a una madre: pasan los años, estés o no ausente, y un día regresa el pensamiento a sus lugares acogedores, a lugares unidos a momentos de felicidad, de ternura; ciudad que de un momento a otro iba a convertirse en campo de batalla, pero cuyos habitantes humildes fortificaban para rodearla y defenderla con un círculo de amor, con un abrazo protector.

Los enfrentamientos sociales en la guerra civil. La burguesía, representada por los hermanos mayores que desean se acaben esos meses de plomo y  se abriera una época nueva y así entregarse a todas las quimeras, todos los caprichos que se harían realidad: los amores, la cuenta corriente, el mando a lo que tenían derecho por su clase social. Son los hombres de negocios que cruzaban sus miradas desafiantes a través no ya de meses, sino de muchos años. Acaso desde los hábitos que implantó en el país la Regencia con el triunfo de los ricos y sus especulaciones.
Frente a ellos, las clases populares por los desmontes de la Ciudad Universitaria luchaban por algo muy distinto; acaso sin saberlo ellos bien, les movía un impreciso anhelo de no ser medidos con el distante gesto del superior que les juzga según sean capaces de rendir provecho e incrementar su hacienda.

Las personas humildes, los seres anónimos como protagonistas de la historia. Ninguno de los personajes del libro es un personaje relevante. Algunas veces son aventureros extranjeros, anónimos brigadistas, o quintacolumnistas adinerados, pero la mayoría de las veces son hombres y mujeres anónimos, corrientes en sus afanes diarios, los protagonistas de los diferentes relatos. En el que abre el libro no sabemos ni cómo son físicamente, ni cómo visten, ni siquiera, cómo se llaman sus protagonistas, simplemente son “la madre” o “el hermano menor”. Hay en toda la trilogía un deseo evidente de dignificar a los hombres y a las mujeres aparentemente oscuros y ordinarios pero poseedores de una vida interior más rica y compleja que la que se desprende de su exterior convencional y anodino.

Y si estos son algunos de los temas de este relato, temas que se repiten una y otra vez en los otros, también desde el punto de vista formal encontramos otros ejemplos comunes en todo el libro. El más importante es el uso del párrafo amplio, casi como una salmodia, mediante el cual el pensamiento del autor se puede desplegar en toda su complejidad. Pongo dos ejemplos, casi al final del relato:

Como la madre, ellos sabían que su libertad estaba en juego, que siempre les sometieron interminables trabajos repetidos día tras día, de acuerdo con la convención de la obediencia y del salario, sin poder rebelarse ni renegar porque las costumbres, el buen parecer, el orden de una sociedad disciplinad, no se lo autorizaban y ni siquiera les estaba permitido que se expresaran claramente, ya fuese dentro del hogar, ya fuese con la huelga.

Como es herencia de las guerras quedar marcados con el inmundo sello que atestigua destrucciones y matanzas, ya para siempre nos acompañará la ignominia y la convicción del heroísmo, la exaltación y la derrota. La necesidad de recordar la ciudad bombardeada y en ella una figura vacilante, frágil, temerosa, que a través de la humillación y pesadumbre llegó a a hacer suya la razón de la esperanza.

Otro recurso constantemente utilizado por Zúñiga es la descomposición temporal, las idas y venidas del pasado al presente y de este al futuro, muchas veces en un mismo párrafo. En este cuento la anécdota se reduce a unas pocas horas en las que, tras una discusión familiar entre tres hermanos, el menor recorre la ciudad de Madrid para comprobar cómo las bombas fascistas han destruido el edificio de Antón Martín, propiedad familiar, con la que los hermanos contaban para mantener su elevado tren de vida. Pero en medio de esas escasas horas protagonizadas por tres hermanos, hemos asistido al pasado familiar, a la historia de los padres, al presente de la heroica defensa de Madrid y al soñado futuro esperanzador de una sociedad más justa.

Por todas estas razones, el relato Madrid, la madre, 1936 sintetiza y anuncia los demás de la trilogía.


LA CRÍTICA OPINA

A) SOBRE SU OBRA EN GENERAL

Su densa prosa, fundada en una sintaxis de insólita complejidad y belleza, parece no tener otro objeto que envolver el hecho mismo, que en este caso era el conflicto bélico -a la vez conflicto de vidas y de clases – y quedarse al lado, sin poner el foco en la esencia de los hechos, sino en sus aledaños (…) Zúñiga compone un ejemplar código cívico, en el que el ruido de lo público (la historia, la guerra) forma una cascada de ecos con lo privado (la ambición, el egoísmo, la solidaridad, el amor, la pasión, el sexo), y su prosa es esa precisa cascada de ecos, que deja al ámbito de la historia el estudio del estallido (Rafael Chirbes, El novelista perplejo, Barcelona, Anagrama, 2002, pág. 113).

Su marca será reconocible en la finura perceptiva, la oblicuidad, la economía verbal, cierto aire brumoso y onírico de sus fantasías, ya se trate de colecciones de cuentos portentosos sobre la guerra civil y la inmediata posguerra, ya de fragmentos narrativos, cohetes o iluminaciones, que pudieran pasar, aun no siéndolo, por poemas en prosa. (Antonio Martínez Sarrión, Jazz y días de lluvia, Madrid, Alfaguara, 2002  pág. 369).


B) LARGO NOVIEMBRE EN MADRID

[Zúñiga] trabaja en eso que Unamuno llamaba la “intrahistoria”, la vida cotidiana simple y compleja a la vez, de los que no eran héroes, de los que simplemente soportaban, ya fuera simpatizando con la República o sus enemigos, el peso de una guerra atroz (…) Lo que le interesa a Zúñiga es reconstruir la vida interior de la ciudad sitiada, cómo sobrevivían quienes sentían la historia como una pesadilla (Javier Alfaya, Las Calle, nº 107, 8/14 de abril, 1980).

Los cuentos de Largo noviembre en Madrid se cuentan entre lo más precioso de la literatura escrita sobre nuestra guerra civil. Compuestos en tono menor, en una prosa llena de meandros y de recovecos, que se ajusta admirablemente a la amarga desolación de las historias que se cuentan, rehúyen con inmenso pudor el énfasis de los heroico. (Javier Alfaya, El Independiente, 10.5.1990).

El autor ha sabido engarzarlos [los relatos] con una inexplicable sutileza, de suerte que, a medida que se avanza en su lectura, va despertándose la sensación de que no se está leyendo una colección de fragmentos escogidos al azar entre todos los que forman el gigantesco puzle de aquellos años, sino un mosaico en cuyas piezas se describen magistralmente los efectos del cerco de la capital (Juan Iturralde, El Mundo, 13.5.1990).

El cotidiano telón de fondo de la guerra, sólo presente de forma tangible a través de los bombardeos y las sirenas, va minando poco a poco la entereza e integridad de los ciudadanos, irguiéndose como personaje monstruo que planea como un buitre por encima de todos los momentos del libro (Enrique Páez, Mundo Obrero, abril, 1980).


C) CAPITAL DE LA GLORIA

Es de la vida misma de lo que tratan los cuentos de Zúñiga, de la subsistencia mortal y espiritual de los seres humanos sitiados, de sus secretos, de sus deseos, de esa contradicción terrible entre la rutina y la tragedia, del devenir diario de la capital reconvertida en el escenario de otra realidad que se sobrepone inmisericorde a la precaria y doméstica de sus vecinos, esa sombra de la guerra que empaña los paisajes urbanos del centro a la periferia, de la plaza al bulevar, esquina tras esquina (Luis Mateo Díez, El País, 15.3.2003).

Zúñiga ve la guerra desde dentro, y eso explica quizás el ámbito familiar en el que se mueven la mayoría de los relatos. La contienda cae como la peste sobre las familias, las acosa, distorsiona, envenena, pervierte. Así el dolor nunca es del todo individual sino colectivo. La sociedad resulta herida y agredida en sus centros más íntimos Por eso alienta un casi siempre latente lirismo en estas piezas (Miguel García Posada, Blanco y Negro Cultural, 22.2.2003).


D) LA TIERRA SERÁ UN PARAÍSO

La tierra será un paraíso presenta un lenguaje poco habitual hoy, aspecto que concuerda con el contenido. Frente a la expresión fácil de nuestros días, el libro presenta un discurso interminable, barroco, que recuerda un poco, sin serlo, a las novelas de hace unos años, cuando estaba en vigor la indagación textual. No obstante, no hay aquí complejidad que interrumpa la comunicación, aunque en algunos momentos el propio lenguaje se desborde a sí mismo y se alargue innecesariamente (Santos Alonso, El Urogallo, nº 37, mayo 1989).

La obra de Zúñiga nada a contracorriente y corre, por tanto, el riesgo de no ser aceptada fácilmente por una sociedad que, entre la memoria y el olvido, ha optado al parecer por este último (Constantino Bértolo, El País, 2.4.1989).


En La tierra será un paraíso está recreado un clima de miseria colectiva, de opresión y ruina moral que vale por sí mismo, como tema universal, al margen de las circunstancias concretas de las que se le hace brotar (…) El título de toda la colección es muy significativo: el renacer de una esperanza  que por la agresividad del contorno, más se asemejaba por aquel entonces a una maravillosa utopía (Darío Villanueva, Diario 16, 3.8.1989).

lunes, 3 de agosto de 2015

LA TRILOGÍA DE ZÚÑIGA SOBRE LA GUERRA CIVIL (I)

La trilogía de relatos de Eduardo Zúñiga sobre la guerra civil (Largo noviembre en Madrid, La tierra será un  paraíso y Capital de la gloria) constituye, a mi juicio, una de las cumbres de la narrativa española dedicada a este tema. En dos artículos sucesivos me voy a ocupar del autor y de su obra.
En el primero esbozaré una semblanza biográfica del autor, una bibliografía de su obra escrita y un “diccionario personal”, elaborado al hilo de diversas entrevistas y declaraciones del autor. En el segundo, analizaré algunos aspectos concretos de esa trilogía


ACERCAMIENTO A JUAN EDUARDO ZÚÑIGA[i]

El recuerdo nos mantiene con vida (Juan Eduardo Zúñiga)
Juan Eduardo Zúñiga nació en Madrid, posiblemente en el año 1919, en el seno de una familia de clase media “más bien modesta”, de ideología conservadora. Su padre había estudiado farmacia en Salamanca y ejerció como farmacéutico de la Cruz Roja. Era un hombre religioso y  monárquico, muy querido entre sus empleados. Su madre “era una persona muy soñadora; creo que esto lo he heredado de ella”.
Vivió una infancia solitaria en un chalet del barrio de la Prosperidad, recluido en una habitación en la no entraba nadie: “estaban mis juguetes y mis libros” (…) Mi aislamiento era muy grande”. A los doce años cae en sus manos un cuento de Turgueniev que le afectó profundamente: ”Recuerdo que pensé muchos sobre esas relaciones frustrantes, los amores contrariados. La incertidumbre…” Apenas sigue una escolaridad regular, con algún profesor en casa: autodidacta
El estallido de la guerra civil le afectará profundamente: “Cayó como una losa. Mi carácter se hizo ahí aún más reservado porque presencié cosas que no podía presenciar”. Vivía entonces en la calle de Bravo Murillo: “Ibas por la Glorieta de Quevedo, alguien andaba cerca de ti y de pronto caía al suelo: una bala perdida le había atravesado la cabeza. Eso era habitual. Nosotros estábamos viviendo en el límite de la zona de guerra y también en eso fuimos unos privilegiados: no cayó ninguna bomba en casa. Pero más allá de Bravo Murillo comenzaba la contienda”.  A finales de 1937fue movilizado pero “estaba tan flaco que me destinaron a servicios auxiliares”. En sus largos recorridos  atravesando Madrid no dejaba de ver “cadáveres deshechos por el bombardeo de una casa mientras llegaban los coches para recogerlos y gente alrededor dando gritos al comprobar que habían muerto familiares. Y el hambre, y los tiroteos”. La lectura, primero, y la escritura después fueron su refugio personal frente a la muerte y la destrucción: “Aquellos largos meses de la Guerra Civil fueron una época de gran intranquilidad y de muchas lecturas; entonces comencé a anotar lo que veía y oía y esos fueron los primeros apuntes de lo que después serán los relatos sobre la contienda. Viví con desconsuelo el horror de una guerra que hizo de mí un pacifista a ultranza. Y aquellas experiencias nutrieron el núcleo central de lo que sería mi obra y a la vez conformaron una especial sensibilidad ante el sufrimiento de miles de personas en una ciudad cercada”.
 “Durante tres años, en el Madrid sitiado, yo había estado leyendo periódicos de izquierda y literatura revolucionaria. Así que cuando llega la posguerra yo ya llevo sobre mí una considerable carga tanto crítica como analítica” En esa postguerra (“que duró mucho”) estudió Filosofía y Bellas Artes y se especializó en el siglo XIX español y en las literaturas y culturas eslavas.
En los años cincuenta, por afinidades políticas e ideológicas, entra en contacto con un grupo de jóvenes escritores algo más jóvenes que él, muy cercanos todos ellos al Partido Comunista, entre los que destacan autores como Antonio Ferres, Armando López Salinas, Jesús López Pacheco y Alfonso Grosso: “Nuestro grupo supuso una innovación en la literatura que se hacía en España porque introdujo en ella una corriente contestataria, obrerista, muy crítica con los mecanismos sociales”. Pero dentro de un imperativo moral y ético común que les llevaba a defender una literatura comprometida y de denuncia, las ideas estéticas de Zúñiga diferían bastante de las del grupo del realismo social: “Poco a poco me fui distanciando de la opción estética que había representado nuestro grupo, cuyos postulados fui yo el que menos compartió, dada mi inclinación personal hacia una literatura más simbólica”.
Casado desde 1956 con la también escritora Felicidad Orquín, muy ligada al mundo de la literatura infantil, durante muchos años llevó una vida recogida y alejada del mundillo literario, ocupado en una escritura silenciosa y oculta y en trabajos de diversa índole que le ayudaran a sobrevivir: “Las condiciones de España no eran aptas para una total libertad de expresión: la intervención de la censura era muy grande, y por eso me orienté hacia otros tipos de trabajos literarios como la crítica o la investigación sobre literaturas extranjeras en las que me he especializado. En segundo lugar, el trabajo de creación está mal retribuido en España y es necesario buscar canales de ingresos, como las traducciones, por ejemplo”.
 Sólo la publicación en 1980 del primero de los tres volúmenes de relatos sobre la guerra civil le devuelve al primer plano de la actualidad literaria, aunque el alto reconocimiento a sus valores literarios no se acompañó de un reconocimiento popular. Zúñiga fue siempre, y sigue siéndolo en la actualidad, un escritor medio oculto, misterioso y solitario, pesimista sobre el presente de España: “Ahora asistimos al empobrecimiento de España como proyecto. En unos meses han arrasado la cultura, la sanidad, el trabajo digno”.
Juan Eduardo Zúñiga sigue viviendo en Madrid, su ciudad de siempre, ahora frente al Retiro. Lleva tiempo preparando unas memorias mientras, dice, “recupero el pasado, intento descubrir el significado de mi destino en mi época y en los que he tenido cerca”.


BIBLIOGRAFÍA

NOVELAS:
1951: Inútiles totales (novela corta). Talleres Gráficos de Fernando Martínez
1962: El coral y las aguas. Seix Barral. Reedición en Alfaguara, 1995
1999: Flores de plomo. Alfaguara

RELATOS Y COLECCIONES DE CUENTOS:
1980: Largo noviembre de Madrid. Bruguera. Reedición en Alfaguara, 1990         
1989: La tierra será un paraíso. Alfaguara
1992: Misterios de las noches y los días. Alfaguara
2003: Capital de la gloria. Alfaguara
2010: Brillan monedas oxidadas. Galaxia Gutenberg

ENSAYOS Y OBRA DIVERSA:
1945: La historia de Bulgaria. Pace
1967: Los artículos sociales de Mariano José de Larra. Taurus
1977: Los imposibles afectos de Iván Turgueniev. Editora Nacional. Reeditado en Alfaguara con el título de Las inciertas pasiones de Iván Turgueniev, 1996
1983: El anillo de Pushkin. Lectura romántica de escritores y paisajes rusos Barcelona, Bruguera. Reeditado en Alfaguara, 1992
1990: Sofía (Libro de viajes). Destino, col. “Las Ciudades”
2010: Desde los bosques nevados (Memoria de escritores rusos). Galaxia Gutenberg

EDICIONES EN EL MERCADO DE SUS TRES LIBROS DE CUENTOS SOBRE LA GUERRA CIVIL EN MADRID:

-- Sueltos en tres tomos, en Alfaguara.
-- En un solo tomo bajo el rótulo La trilogía de la guerra civil más el añadido de dos relatos inéditos, en Galaxia Gutenberg. (Los relatos inéditos se titulan “Caluroso día de julio” e “Invención del héroe”).
-- En un solo tomo, con el título en la portada de cada uno de los tres volúmenes (Largo noviembre en Madrid, La tierra será un paraíso y Capital de la gloria), en Cátedra, Col. Letras Hispánicas, nº 607, edición preparada por Israel Prados.



DICCIONARIO PERSONAL DE JUAN EDUARDO  ZÚÑIGA

A de ATMÓSFERA
En ciertas épocas nos movemos en un ámbito brumoso que se refleja en la misma incertidumbre de nuestro comportamiento; y los caracteres y rasgos de ese ámbito de la guerra se prestaban, o así lo entendí yo para dar a los cuentos la peculiar calidad que yo buscaba, una atmósfera lóbrega, un cierto misterio incluso (Ínsula, nº 406, septiembre 1980).


B de BRIGADAS INTERNACIONALES
Para juzgar a las Brigadas Internacionales hace falta una objetividad a la que todavía no se ha llegado. Los internacionalistas representaron un espíritu de solidaridad y de defensa de la legalidad democrática en España (El Cultural, 27.2.2003).


C de CAPITAL DE LA GLORIA
Es otra perspectiva de lo que he escrito sobre la guerra civil. El espacio es el mismo, Madrid, pero la ciudad ya no se defiende. En Capital de la gloria hay más relación entre la ciudad arruinada y la crisis de los personajes (El Cultural, 27.2.2003).


C de COMPROMISO
Todo ese prestigio y elegancia con que se está promocionando la palabra “descompromiso”, no ha podido enmascarar la fatalidad de que siempre, con alguna razón de nuestro mundo, estamos comprometidos (El Urogallo nº 41, octubre 1989).


E de ESCRITURA
He llegado a la conclusión de que se escribe por un impulso de corrección del mundo que nos rodea. Pero esta actitud no es un mero acto contestatario, sino que es algo más remoto, más inicial. No nos satisface la vida de nuestros primeros años, y una forma de combatirla, una forma de expresar ese desacuerdo cuando ya es inútil es el escribirlo. Otras personas con diferente carácter buscarán diferentes canales para expresar ese rechazo de lo circundante; pero el hombre predispuesto a expresarse literariamente ve  como su único vehículo su pasivo vehículo, la escritura (Ínsula, 406, septiembre 1980).


E de ESTILO
Con estos materiales podía hacerse costumbrismo o memorias escuetas o un panfleto. Yo procuré darle una complejidad al texto para que, cuando se leyera, viera el lector que estaba ante un texto literario. Utilicé así un párrafo largo, hay como una fluidez del pensamiento que se va enhebrando. Esta fórmula me servía, mejor que cualquier otra, para expresar las confidencias (El Mundo, suplemento “Libros”, 13.5.1990).
Desde mis comienzos estuve atento a que el lenguaje fuera exacto, sin palabras innecesarias, huyendo de la redacción rápida e informativa pues el lenguaje escrito, que ha de expresar un pensamiento vivo, debe ser medido, calculado, riguroso: tal es la calidad de la literatura (El Urogallo nº 41, octubre, 1989).


G de GÉNESIS:
Pasados muchos años percibí que necesitaba reelaborar literariamente aquel pasado. Y no creo que fueran los impactos más definitivos los que quedaran de manera más indeleble en mi retina. Fueron las pequeñas particularidades de la vida cotidiana


G de GUERRA CIVIL
Quiero aclarar que la guerra civil no es propiamente el tema del libro, sino su telón de fondo sobre el que se agitan los eternos problemas de la condición humana… Estos cuentos no son la crónica de unos hechos heroicos, sino el reflejo de la vida cotidiana llevada a cierto límite por las condiciones excepcionales  y extrañísimas del asedio a la ciudad durante casi tres años (Ínsula, nº 406, septiembre 1980).


L de LARGO NOVIEMBRE DE MADRID
En el conjunto de los dieciséis relatos de que consta el libro hay una serie de leiv motif, en los que quise insistir para mediante ellos lograr una estructura unitaria e incluso dar una idea de continuidad en el desarrollo de las acciones. Con mayor o menor desarrollo ahí están: el miedo, la cobardía, el hambre obsesiva y también el hambre de amor, la ceguera, el olvido. Por ejemplo, aparece como un  hecho no que la guerra crea sino que la guerra saca a la superficie la ruptura de los lazos familiares por la ambición y la codicia (Ínsula, n1 406, septiembre 1980).
Yo me encontré con un pequeño tesoro de recuerdos de aquella época, fui adolescente durante la contienda, pero a mí lo que interesaba era la reacción a la lucha en la psicología de la población civil, o de la gente sin voz, en una ciudad sitiada, amenazada por el bombardeo, la falta de alimentos y todas las incomodidades de la vida cotidiana. Y comprobar qué perduraba del ser humano y de las pasiones eternas en unas circunstancias tan adversas (ABC Cultural, 10.4.1999).
Relato, de una manera oscura, la vida en el interior de la ciudad. La guerra es como una epidemia, algo monstruoso que lo cambia todo. Recuerdo como si la guerra hubiese hecho nacer una doble personalidad en todos los que vivíamos en Madrid (Mundo Obrero, 15.5.1980)
En mi libro la idea que tuve fue referirme no al hecho en sí de la guerra, no al aspecto heroico de la misma. Pensé en describir este mundo interno que subyace en todos los acontecimientos bélicos, y eso es algo que no ha sido tratado. Se han escrito muchos libros sobre la guerra civil, pero esa visión de las personas no se había escrito. Por eso me pareció que debía ser una novedad y lo escribí (Mundo Obrero, 11.5.1980).


L de LITERATURA
Para mí, la literatura tiene una primera finalidad, y es que el autor escribe por una necesidad imperiosa de hacerlo, llámese necesidad de comunicarse, o lo que sea. Se trata de un impulso profundo que tiene el escritor, estas razones personales o íntimas. También refleja el mundo que le rodea y, por tanto, la literatura puede ser un doble testimonio, una doble información de la evolución íntima de un hombre y también la evolución de unos acontecimientos que le han rodeado. Hay una vertiente psicológica y una vertiente social (Mundo Obrero, 11.5.1980)


M de MADRID
Me propuse conseguir una atmósfera espectral, la atmósfera de una ciudad incoherente, con personajes fantasmales. Todo estaba dislocado (El Mundo, suplemento “Libros”, 13.5.1990).


M  de MEMORIA
La memoria como una forma de supervivir, de conservar la experiencia que va a nutrirnos durante años y que será como una riqueza que da la vida. Pero el olvido acecha constantemente y unos personajes lo defienden para escapar de la responsabilidad o para salvarse del horror o para continuar siendo lo que son (Ínsula, nº 406, septiembre 1980).


P de PERSONAJES:
[Hice] una travesía de Madrid relacionándome con los personajes, no precisamente ejemplares, que no se adscribieron a ninguno de los dos bandos que estaban en la contienda, sino que vivían en soledad, con mala conciencia por no tener un compromiso. Estos son los personajes que he querido ir poniendo en el papel (El País, 4.6.2009).
No había heroísmo [en mis personajes]. Lo heroico estaba en esa cierta lejanía de una ciudad asediada, hambrienta, bombardeada. Ellos eran como personas que pretenden hacer algo y no lo consiguen Es la búsqueda de una realización, por eso no son personas ejemplares; son personas más bien anodinas (El País, 4.6.2009).


P de POLÍTICA
Concretamente, yo no me atrevo a decir que el escritor deba unirse de una manera directa a un partido. Esto lo determina cada uno en el fondo de su conciencia. Pero de lo que sí estoy convencido es de que el escritor debe convivir con los momentos políticos de su país y marchar con el ritmo de su tiempo. El escritor, en fin, no puede desentenderse de lo que está ocurriendo en política (Mundo Obrero, 11.5.1980).


P de POSGUERRA
Fue lamentable porque persistió el espíritu de la guerra, pero se reveló la intensidad del instinto de supervivencia, el ansia de salvarse, de ser feliz (El Cultural, 27.2.2003).


P de PROCESO DE ESCRITURA:
Soy un escritor lento y minucioso; escribo todos los días por la mañana y no ahorro papel en las varias versiones que voy elaborando. Me esfuerzo en conseguir la verdad oculta de las palabras, claridad y un ritmo en las frases, un sonido. Rompo y guardo mucho, porque no publico todo lo que escribo y a veces ese material lo vuelvo a utilizar posteriormente (ABC Cultural, 16.2.2013).


R de RELATO CORTO
Me ha interesado siempre la intensidad del relato, su capacidad para sugerir en unas pocas palabras sentimientos y estados de ánimo complejos. Es como si fuera el ritmo de mi respiración (ABC Cultural, 16.2.2013).


R de RESISTIR
[Mis libros] no fueron escritos con una conciencia de derrota, sino intentando describir una época y a quienes sufrían o se oponían a ella. Considero que no claudicar es un mandato ético, de lealtad, de fidelidad, para mí virtudes vigentes. Hago mía una afirmación del magnífico poeta catalán Martí i Pol: “La verdadera muerte es desertar” (El Urogallo nº 41, octubre, 1989).


S de SENTIDO DE SU OBRA
No creo que se pueda humanizar la guerra. Es imposible humanizar la destrucción y el sufrimiento a gran escala. Pero sí tuve conciencia de que era el gran drama de la España contemporánea. No me han interesado los hechos bélicos ni los combates en los frentes sino las consecuencias en la población civil, su desamparo, su búsqueda de la felicidad aun en las condiciones más adversas, la lealtad y las traiciones, y finalmente, siempre, la atracción del amor (ABC Cultural, 16.2.2013).
En principio, mi propósito no fue tocar el tema bélico porque no me interesaba. Ya se habían escrito novelas sobre la guerra. Yo quería hablar de la situación de la población civil (El Mundo, suplementos “Libros”, 13.5.1990).
Me interesé por la vida de las pasiones en un  momento tan excepcional como es una ciudad sitiada. Pasiones y todo lo que esto conlleva. El ser humano, incluso en momentos de peligro evidente, no pierde su capacidad de amar, odiar o envidiar. La vida urbana se mantiene, pero saltan por el aire muchas instituciones. La gente quedó entonces privada de muchas cosas materiales, pero con una conciencia más libre (El Mundo, suplemento “Libros”, 13.5.1990).
T de LA TIERRA SERÁ UN PARAÍSO
Era la dolorida peripecia de los que no se resignaron a quedar vencidos. Ellos ponían en práctica un tipo de lucha y de oposición a lo que les rodeaba. Recogí, en los distintos cuentos, la conciencia clandestina de oposición política, generalizada, al margen de cualquier partido (ABC Cultural, 10.4.1999)




[i] Las palabras y frases entrecomilladas del texto pertenecen a frases del autor  recogidas en diversas entrevistas periodísticas.

lunes, 20 de julio de 2015

LA ESPERANZA, DE ANDRÉ MALRAUX (II)


RECEPCIÓN DE LA NOVELA EN FRANCIA

Nada más aparecer la novela en Francia, suscitó innumerables comentarios, la mayoría de ellos muy favorables. Camus dijo haber leído la novela ocho veces antes de haber conocido a su autor y Jorge Semprún confesó que llevaba un ejemplar de L’Espoir en la mochila cuando fue apresado por los alemanes y llevado al campo de Buchenwald.

Reproduzco algunos de los comentarios más significativos aparecidos en Francia en los años de la publicación de la novela:

A nuestro regreso de París [de las vacaciones de Navidad de 1937] leímos L’Espoir de Malraux con una pasión que desbordaba de lejos la literatura. Como en sus demás novelas, a sus héroes les faltaba encarnadura, pero esto no era importante pues los acontecimientos contaban mucho más que los personajes, y Malraux los narraba muy bien. Nos era cercano, por su predilección por el Apocalipsis, por la manera cómo sentía la contradicción entre el entusiasmo y la disciplina. Abordaba asuntos nuevos en la literatura: las relaciones entre la moral individualista y la práctica política; la posibilidad de conservar los valores humanos en medio de la misma guerra; porque los combatientes del ejército popular, eran civiles, hombres antes de haber sido soldados, y no lo olvidaban. Nos interesábamos en sus conflictos sin presentir hasta qué punto aparecerían, bien pronto, obsoletos, cuando la guerra total abolió todas las relaciones interhumanas que preocupaban a Malraux y a las que nosotros estábamos tan ligados.
Al lado de los bombardeos de Madrid, me parecían bien pálidas las batallas ganadas  o perdidas, todas las cosas que hasta entonces habían alimentado mi curiosidad.
Simone de Beauvoir en sus memorias, La force de l’âge, Folio, pp. 367-368


Entre nosotros, si ese libro hubiera sido escrito por un hitleriano-japonés, por una víbora lúbrica, por un chacal del POUM, por un perro troskista o un anarco-fascista, no hubiera sido más perjudicial para la causa que quiere defender.
Robert Brassillach, Action Française, 06/01/1938


La esperanza constituye una etapa nueva en la obra de Malraux, la de la identificación explícita con las perspectivas del partido comunista como partido que se opone a las tendencias espontáneas de la comunidad revolucionaria.
Al final de la obra, Malraux, que es un escritor coherente, saca todas las consecuencias de esta posición, comprendidas aquellas que los dirigentes estalinistas tomaban quizá en consideración, pero que no aceptaban afirmar explícitamente, y llega a negar, por primera vez en sus novelas sobre la revolución, el carácter absoluto, privilegiado e incontestable de ésta, como valor primero y fundamental [pues] la lucha esencial no es la que tiene lugar entre la revolución y la reacción, el humanismo y la barbarie, incluso ni la desarrollada entre el nacionalismo y el comunismo, o el nacionalismo y el proletariado, sino la lucha entre los partidos organizados, de los que , al menos, existen dos: el partido comunista y el partido fascista, que tienen como objetivo la conquista del mundo.
Lucien Goldman, Para una sociología de la novela, p.142


Para mí, es el libro más bello sobre la guerra civil española y el más hermosos libro de Malraux.
Henri de Montherland, L´’Express 28/3/1963


No hay ninguna duda de que L’Espoir es un gran libro. Libro grande por los logros del narrador, por la fidelidad de una materia de orden sublime. Malraux se había preguntado hace tiempo si sería posible no separar la acción de una novela de la acción en sí misma: con L’Espoir acaba de responderse a sí mismo
 Paul Nizan, Ce soir 13/1/1938


RECEPCIÓN DE LA NOVELA EN ESPAÑA

La primera edición de La esperanza en español se publicó en Chile en 1937, en la editorial Orbis, con traducción de Luis Alberto Sánchez. Curiosamente, en España no se editó en los dos años que aún duró la Guerra Civil. Al acabar ésta, Malraux prohibió expresamente que ninguna obra suya se editase en España. Por otro lado, la edición de Chile parece que no llegó apenas a España. Mucho más tarde, quizás no antes de 1977, La Esperanza se editó en Argentina (editorial Sur) con una traducción muy deficiente de José Bianco. Esa versión es que la utilizó Edhasa en la primera edición española de La Esperanza (1978) y también las otras editoriales, que se limitaron a repetir la traducción de José Bianco (Altaya, Orbis, El País). Incluso, Cátedra, en su colección “Letras Universales”, reprodujo el mismo texto sin que el prologuista, José María Fernández Cardo, hiciera ninguna referencia a las múltiples deficiencias de una traducción que vuelve ininteligibles múltiples pasajes.
Quizá por todo ello, no hay apenas comentario escrito alguno español a la novela en los cuarenta años que van desde 1937 a 1976.Y los pocos que aparecieron, no podían ser sino muy desfavorables a la novela. A raíz de la muerte del autor (1976), de su entierro oficial en el Panteón (1996) y del centenario de su nacimiento (2002), la prensa se hizo eco de la figura de Malraux, de su relación con España y del valor de su novela.

Transcribo algunas de las opiniones de escritores y estudiosos españoles sobre La Esperanza, tanto unas pocas aparecidas en vida del autor (y de Franco, no lo olvidemos) y otras más escritas a finales de la pasada década y comienzos de la presente:

De la Condition humaine a  L'espoir no hay más que un paso en la obra y en la vida de André Malraux. En el primero de estos dos libros, La condición humana, se nos revela, revolucionariamente, en un mundo chino. En el segundo, revolucionariamente también, en un mundo español. Recuerdo que en aquellas horas inolvidables de la defensa de Madrid, en aquellos primeros días vivísimos de la explosión popular revolucionaria española, André Malraux, refiriéndose a la diferencia «humana» entre estos dos mundos revolucionarios, el español y el chino, me decía su preferencia o afinidad personal naturalmente más íntima, más próxima por el español (…) Por eso, otras veces dijimos que ambos títulos podían relacionarse entre sí en confirmación recíproca de sus propios contenidos reales, convergiendo en una sola frase que sería la de la «condición humana de la esperanza», como si en sus dos contenidos correspondientes, al reunirlos en esa frase sola, se nos dijese con afirmación interrogante cuáles eran esa «condición humana» y esa «esperanza». Entonces creo también haber pensado y escrito que en la obra, y tal vez la vida de André Malraux, esta condición humana de la esperanza parecería ser la desesperación. La condición humana de la esperanza es la desesperación. Una desesperación desesperante, pero no desesperanzadora.
José Bergamín: “La condición humana y la esperanza”, El País, 24/11/1976


Malraux presenta en L’Espoir una sucesión de gestas heroicas y de discusiones abstractas. La acción y la reflexión, la violencia y la meditación, la dura vida del soldado y las elevadas consideraciones del intelectual aparecen mezcladas íntimamente; la acción conduce a la reflexión y ésta arrastra al hombre de nuevo a la acción. De hecho, Malraux no separa en ningún momento la conciencia de la experiencia; la una no precede a la otra, ambas vienen dadas de manera simultánea y permanecen inseparables. “¿Qué es lo mejor que un hombre puede hacer en su vida?” hace decir a uno de sus personajes y la respuesta es una síntesis de la novela: “Transformar en conciencia una experiencia lo más amplia posible”.
Maryse Bertrand de Muñoz, La guerra civil española en la literatura francesa, p. 121


Una hábil, concertada y permanente concentración de bombos propios y ajenos nos ha querido meter por los ojos L’Espoir como un documento trascendental, una sublime inmersión literaria en las honduras del alma española, popular, etc.
Se trata en realidad de un frío y calculadísimo amasijo de mentiras deliberadas, firmemente orientadas a plasmar literariamente todos los tópicos de la propaganda republicana.
Ricardo de la Cierva: Cien libros básicos sobre la guerra de España. Madrid, Publicaciones Españolas, 1966, p.305


Una deplorable expresión artística
Enrique Laborde, ABC, 24/11/1976


Sobre la Guerra Civil española, ¿quién después de haber leído a Orwell, puede seguir tomando en serio el histriónico dislate de Malraux? Junto a la verdad desnuda de Homenaje a Cataluña, las nebulosas y flatulentas peroratas de La esperanza tienen una hueca resonancia de oratoria de café
Simon Leys, El Cultural, Madrid, 29/08/1997


L’Espoir fue el testimonio de su entrega a la defensa de la España republicana y marcó el comienzo de la gran literatura generada por aquella gesta.
Juan Marichal: “Malraux y la perennidad literaria de la guerra española”, El País, 23/11/1996


Se trata de un conjunto de reflexiones o impresiones noveladas de nuestra Cruzada del 36, en la que intervino personalmente a favor de los rojos, siendo herido dos veces. Basta y sobra este episodio para hacer la figura de Malraux poco grata a los buenos españoles que salvaron la Patria a fuerza de coraje en la terrible empresa  en la que el comunismo resultó vencido.
Federico Oliván, ABC de Sevilla, 19/05/1962


Desde el punto de vista de la técnica novelística, esta novela constituye el punto extremo de toda su trayectoria anterior. Desaparecen en ella, en efecto, o se esfuman al menos, los personajes, en el habitual sentido de este término. Todo el libro se estructura, en fin de cuentas, de forma coral en torno a las voces, anónimas o identificables, de la realidad, de los protagonistas históricos de ésta. Desde las coces telefónicas del primer capítulo, que permiten seguir la progresión, o el fracaso, de la insurrección fascista, a lo largo y lo ancho de la geografía española, hasta las voces anónimas del último capítulo, voces de coro de tragedia, que acompañan el éxito de las armas republicanas en la batalla de Guadalajara.
Jorge Semprún: “Silencio y voces de Malraux”, El País, 29/11/1986


Malraux ha escrito L’Espoir a mi humilde parecer uno de los más grandes libros del siglo XX. No solo por la audacia de su forma narrativa, sino por su temática. Y es que, quiérase o no, guste o disguste hoy esa memoria, en estos tiempos de  premura de lo inmediato, el tema del Comunismo, de las consecuencias de su fracaso histórico, de las ilusiones que despertó, de su influencia en los intelectuales y en las masas europeas del siglo pasado, fue un tema central de dicha época.
No es posible pensar el siglo XX, ni siquiera hablar de él, sin hablar del Comunismo, sin pensarlo o volver a pensarlo. Y para esa tarea, L’Espoir es mucho más interesante y esclarecedora que la mayor parte de los ensayos y tratados históricos y teóricos que se han escrito.
Jorge Semprún: “Una fotografía de André Malraux”, El País, 30/082003


Esa obra de “agit.prop”, mejor que otras, desde luego, pero que se queda en eso, en propaganda.
Carlos Semprún Maura: “Sabores y colores”, ABC, 15/01/1997


Novela de ejemplaridad revolucionaria, especulativa, emocional y sentimentalista (…) a la que el tiempo no hace justicia, al menos en su línea argumental: un joven revolucionario, sin formación ni preparación, se abre camino hasta los más altos puestos de responsabilidad militar y militante porque tiene buen fondo y fe en la victoria.
Andrés Trapiello; Las armas y las Letras 3ª ed. Barcelona, Destino, 2010, pp. 365 y 561


Sus dotes narrativas, su capacidad de observación y su sentido solidario con quienes considera que defienden la libertad y la dignidad humanas encuentran en La Esperanza su mayor y personal homenaje.
Antonio de Villena, El Mundo, 03/10/2002


domingo, 12 de julio de 2015

LA ESPERANZA, DE ANDRÉ MALRAUX (I)








La Esperanza [en francés L’Espoir (1937)] es una novela del escritor francés  André Malraux (1901-1976), ambientada en los primeros meses de la Guerra Civil Española.

  

GÉNESIS

La novela parte de la experiencia de André Malraux en España durante la Guerra Civil. En agosto de 1936 Malraux, en nombre y con fondos económicos del gobierno de la II República Española, compró en Francia aviones,  reclutó las tripulaciones con voluntarios y mercenarios y lo puso todo al servicio de la República. La escuadrilla, formada y comandada por él, se denominó Escuadrilla España  y estuvo operativa desde agosto de 1936 a febrero de 1937. Su labor militar en defensa de la República fue muy importante hasta noviembre de 1936, cuando comenzaron a llegar aviones y militares soviéticos. En noviembre de 1936 la escuadrilla se integró en el ejército regular de la República bajo la denominación de “Escuadrilla André Malraux”. Su última acción bélica fue en febrero de 1937, en el intento de proteger a los refugiados republicanos que huían de Málaga hacia Almería. Los dos últimos aviones de la escuadrilla fueron abatidos en ese combate

A partir de esa fecha, Malraux alterna su estancia en España con viajes a los EEUU, donde pronuncia conferencias y mítines en apoyo de la República. Lo mismo hizo en Francia. En 1938 empieza el rodaje de una película titulada Sierra de Teruel, que se basa en uno de los episodios finales de la novela.

Para sus conferencias en los EEUU Malraux tomó muchas notas de lo que estaba viviendo en España, tanto como responsable de la Escuadrilla España como de lo que iba conociendo en sus recorridos por la Península. Además, se sabe que pidió informaciones diversas a María Teresa León, a su amigo José Bergamín (que aparecerá en la novela tras la figura de Guernico), al pintor comunista Luis Quintanilla (que había participado en el cerco del Alcázar de Toledo) y, sobre todo, al general republicano Gustavo Durán (que inspirará en gran parte el personaje Manuel de la novela). También consultó la prensa extranjera, especialmente las crónicas que el periodista Louis Delaprée enviaba al diario parisino France-Soir.

La redacción de la novela ocupó a Malraux desde abril a noviembre de 1937. El 18 de diciembre la novela apareció en las librerías y desde el primer momento obtuvo un gran éxito de lectores y crítica. Malraux regaló el manuscrito a su amigo Pablo Picasso, que lo perdió. En los archivos de Malraux se conservan diversos materiales que han permitido a los estudiosos seguir en parte el proceso de elaboración de la novela.





ESTRUCTURA Y ARGUMENTO

La Esperanza es una novela larga (más de 500 páginas en las diversas ediciones), estructurada en tres partes, tituladas La ilusión lírica, El Manzanares y La esperanza. La extensión de cada una de las tres partes va decreciendo: la primera parte ocupa la mitad de la novela; la segunda, un tercio; y la tercera, una quinta parte, aproximadamente.

La primera y segunda parte están formadas por multitud de cortos episodios, mientras que los tres de la última parte son los de más amplia extensión de la novela.

El ámbito temporal de la novela comienza el 18 de julio de 1936, fecha de la sublevación militar contra la República, y termina el 20 de marzo de 1937, con la victoria en las fuerzas republicanas contra la tropas rebeldes e italianas en Guadalajara.


PRIMERA PARTE: LA ILUSIÓN LÍRICA

I: LA ILUSIÓN LÍRICA

Rápidos cuadros sucesivos entre julio y agosto de 1936. Las acciones transcurren, entremezcladas, en Madrid y Barcelona los primeros días de la sublevación; los combates en la sierra de Madrid; la vida y actividades de la incipiente aviación republicana; y, finalmente, algunos combates aéreos en Extremadura. La mayor parte de los personajes de la novela aparecen ya en este primer capítulo. Junto a los diálogos rápidos, alternan descripciones impresionistas y discusiones filosóficas, políticas, morales y bélicas.

II: EJERCICIO DEL APOCALIPSIS

A diferencia del capítulo primero, éste gira todo él en torno al asedio del Alcázar, donde se van juntar gran parte de los protagonistas del capítulo anterior. La explicación del título del capítulo viene de la discusión final de la parte anterior en la que se afirma que hay que “organizar el Apocalipsis”.


SEGUNDA PARTE: EL MANZANARES

I: SER Y HACER

Se contrapone el fracaso anarquista de Toledo (ser) al éxito comunista de la defensa de Madrid (hacer). La acción se desarrolla en noviembre de 1936. Son, sobre todo,  episodios de la defensa de Madrid y la presencia de las Brigadas Internacionales. Interrumpiendo la línea argumental, se intercalan muchos diálogos y reflexiones sobre la política, la religión y el arte.

II: SANGRE DE IZQUIERDAS

El título hace referencia a un episodio anterior en el que un personaje está a punto de pisar un charco de sangre de un miliciano. Continúa la acción del apartado anterior, centrada en la heroica defensa de Madrid. También aquí alternan los episodios de acción con reflexiones filosóficas, morales y políticas.


TERCERA PARTE: LA ESPERANZA

Estamos ya en febrero de 1937. La acción de esta parte de la novela se desenvuelve en Málaga (episodio de los refugiados de esa ciudad de camino hacia Almería), en Teruel (episodio del campesino que descubre a la aviación republicana la existencia de un aeródromo secreto de los sublevados, que será la génesis de la película Sierra de Teruel) y en la batalla de Guadalajara, con cuyo desenlace, favorable a las fuerzas republicanas, termina la novela.
Los tres episodios de esta última parte son amplios y autónomos: cada uno de ellos podría ser una historia independiente.
El final de la novela es un canto de esperanza al triunfo de la República





LOS PERSONAJES

No hay personajes novelescos propiamente dicho, sino que son arquetipos o modelos de posturas ideológicas determinadas. El autor se sirve de ellos para expresar los enfrentamientos ideológicos existentes en el campo republicano.
Por un lado están los extranjeros enrolados en la escuadrilla de vuelo. Son alrededor de veinte personajes entre artilleros, bombarderos y pilotos. Los más significativos son Scali y Magnin. El primero es un idealista italiano, profesor de arte en su país y encargado de las relaciones de los voluntarios extranjeros con las autoridades militares españolas. La frase que se transcribe a continuación refleja bien su ideal y su compromiso político: “Hace un momento ha hablado usted de la esperanza: los hombres unido a la vez por la esperanza y por la acción tienen acceso, como los hombres unidos por el amor, a ámbitos a los que no tendrían acceso por sí solos. El conjunto de la escuadrilla es más noble que casi todos aquellos que la componen”[1].
Magnin es el responsable de la escuadrilla y el encargado del reclutamiento de los voluntarios extranjeros. En su vida anterior de civil había sido director de una empresa de aviación. Se debate entre el impulso revolucionario y la necesidad de la disciplina. En gran medida es un “alter ego” del novelista. Una frase que ayuda a definirlo es la siguiente: “El sueño de la libertad total, el poder al más noble, o algo por el estilo, todo eso forma parte a mis ojos de aquello por lo que estoy aquí”[2].

Otro grupo significativo es el de los militares que permanecieron fieles a la República. En la novela sobresalen dos, el coronel de la guardia civil Jiménez y el comandante Hernández. Al primero lo vemos en Barcelona el 19 de julio defendiendo la República contra los sublevados; más tarde,  en el asalto del Alcázar de Toledo; y, finalmente, en la defensa de Madrid. Acepta que si la República es derrotada será fusilado por los sublevados. Es un hombre educado en el mundo de la burguesía, de profundas convicciones católicas, pero que permanece fiel al juramento de  lealtad a la República. En ocasiones será el mentor de Manuel, cuando éste vaya escalando puestos en el ejército republicano; estas son algunas de las ideas que le quiere transmitir: “Muy pronto tendrá usted que formar a jóvenes oficiales. Desean ser queridos. En el hombre es natural. Y nada mejor, a condición de hacerle comprender lo siguiente: un oficial debe ser querido en la naturaleza de su mando –más justo, más eficaz, mejor-. Y no en las particularidades de su persona”[3].
El comandante Hernández dirige las fuerzas republicanas en el asalto al Alcázar de Toledo. Al final de este episodio morirá fusilado por los rebeldes. Es también un militar íntegro, religioso y humanista. Estas son dos breves frases suyas que ayudan a caracterizarlo: “¿Para qué sirve la revolución si no sabe hacer a los hombres mejores?”. “Todas las semillas se pudren al principio, pero algunas germinan… Un mundo sin esperanza es irrespirable”[4].

El mundo de los anarquistas está representado, sobre todo, por Puig y por el Negus. El primero, valiente y temerario, muere heroicamente el 19 de julio en Barcelona. Al Negus lo vemos en Barcelona, en el asedio del Alcázar en Toledo y, finalmente, en la defensa de Madrid. Él es quien expone los principios anarquistas en sus discusiones con los comunistas. Lo vemos en la frase siguiente: “Los partidos están hechos para los hombres, no los hombres para los partidos. Nosotros no queremos hacer un estado, ni una iglesia, ni un ejército. Queremos hombres”[5].

Frente a los anarquistas están los comunistas, representados en la novela por Enrique, un comisario del 5º Regimiento, y por Pradas, dirigente del partido y prototipo de los militantes del partido. De él es el texto siguiente: “Cuando tuvimos que ser soldados, fuimos soldados. Después, cuando tuvimos que ser constructores, hemos sido constructores. Hemos debido ser administradores, ingenieros, ¿qué más? Lo hemos sido. Y si en última instancia debemos ser curas, bues bien seremos cura. Pero hemos hecho un Estado revolucionario, y aquí hacemos un ejército. Concretamente. Con nuestras cualidades y nuestros defectos. Y es el ejército que salvará a la República y al proletariado”[6].

Encontramos también personajes sueltos, como Guernico, que representa a los católicos progresistas y a quien se atribuye una de las frases definitorias de la novela: “La fuerza más grande de la revolución es la esperanza”[7]. Por su parte, Alvear representa al intelectual que permanece al margen de la contienda por más que sea lúcido en sus ideas, como lo demuestra en la siguiente frase: “La revolución desempeña, entre otros papeles, el que desempeñaba en otros tiempos la vida eterna, lo que explica muchos de sus caracteres”[8].

Pero los dos personajes principales de la novela son García y Manuel. García es un científico a quien las circunstancias han convertido en político. Participa en casi todos los episodios de la novela y representa la figura del intelectual comprometido con la República. Aparece como el más lúcido de todos los personajes y el que mejor define la línea política del gobierno: para ganar la guerra hay que organizar en ejército disciplinado. Su respuesta al aviador Scali quien le pregunta qué puede hacer un hombre bueno en la tierra,  ha quedado como una de las claves no solo de la novela sino de toda acción revolucionaria: “Convertir en conciencia una experiencia tan larga como sea posible”[9]. En la mayoría de las escenas en las que interviene, García es la voz más escuchada y respetada por todos los interlocutores.

Por su parte, Manuel es el único de todos los personajes que tiene vida propia como personaje novelesco y también el único que va evolucionando a lo largo de la novela. Al principio lo vemos como un joven acomodado (tiene coche con el que suele ir a esquiar a la Sierra de Madrid), músico y simpatizante comunista. En las luchas, primero en Madrid, después en la Sierra y luego en Toledo va ascendiendo en el incipiente ejército republicano y convirtiéndose en uno de los generales del mítico Quinto Regimiento, auspiciado por el Partido Comunista. Paralelo a su ascenso militar se observa cómo va evolucionando políticamente y cómo esa evolución no se hace sin dificultades y sin lucha interior. Distintos episodios como el del niño que pinta “Muera el fascismo” con sangre de guardias civiles fusilados o el consejo de guerra y consiguiente fusilamiento de tres desertores de su propia brigada que él aprueba no sin congoja (“Nunca había sentido hasta ese punto que había que elegir entre la victoria y la piedad”[10]), van haciendo de él un modelo de jefe revolucionario implacable. Ya a mediados de la novela tiene claro cuál es el papel del futuro ejército de la República: “Ningún coraje colectivo resiste a los aviones y a las ametralladoras. En suma: los milicianos bien organizados y armados son valientes; pero los otros se escapan. Basta de milicias, basta de columnas: un ejército”[11]. Y cuando pasa revista por primera vez a las tropas como general de brigada esos son sus sentimientos: “Había sido necesario matar, no a enemigos, sino a hombres que habían sido voluntarios, porque él era responsable ante todos de la vida de cada uno de aquellos que pasaban delante de él. Todo hombre paga por aquello de lo cual se siente responsable: él, en adelante, era responsable de esas vidas”[12]. No es de extrañar, pues, que Manuel sea quien cierre la novela: el final de la novela coincide con el éxito del ejército republicano en Guadalajara y esos son los sentimientos que embargan a Manuel” Manuel oía por primera vez la voz de aquello que era más grave que la sangre de los hombres, más inquietante que su presencia en la tierra; la posibilidad infinita de su destino; y sentía en él esa presencia mezclada con el ruido de los arroyos y el paso de los prisioneros, permanente y profunda, como el latido de su corazón”[13].

En la novela apenas aparecen directamente soldados o simpatizantes de los sublevados. A lo largo de la narración, los fascistas son descritos siempre globalmente y como la personificación del mal y del horror

Los críticos han señalado cómo detrás de algunos de los personajes de la novela se esconden personajes reales. Las correspondencias más señaladas son las de Manuel y el general republicano Gustavo Durán (protagonista de la novela de El soldado de porcelana  (1997), de Horacio Vázquez Rial). El coronel Jiménez se parece en mucho al general Escobar, que, efectivamente en el año 1940 fue fusilado en el castillo de Monjuic “por rebelión militar”. Existe también un relato novelado de este personaje, La guerra del general Escobar (1983), de José Luis Olaizola, relato que sirvió al año siguiente para una película dirigida por José Luis Madrid. El intelectual Guernico  presenta muchas concomitancias con el escritor José Bergamín, gran amigo de Malraux. El piloto Attignies, es el piloto voluntario belga Paul Nothomb. El periodista Shade, sería una mezcla de los muchos corresponsales americanos en la guerra española con rasgos específicos de Herbert Matthews. En fin, el propio Malraux estaría representado, básicamente, por García y por el responsable de la escuadrilla extranjera, Magnin




Fotograma de la película Sierra de Teruel, de André Malraux


SIGNIFICADO Y VALOR DE LA ESPERANZA

Se ha escrito que La esperanza es “un himno a la dignidad humana, a la fraternidad, una inmensa esperanza para todos los hombres de acceder a esa dignidad por la “revolución”[14].
Es, también, un alegato contra el fascismo, imperante ya en aquellos años en Alemania y en Italia. Hay que recordar que, en vísperas de la II Guerra Mundial, muchos escritores habían hecho de la causa antifascista una de sus principales batallas. Malraux era uno de ellos: desde comienzos de la década de los treinta ésa era su lucha ideológica principal. Cuando en julio de 1936 la sublevación militar está a punto de unir a España con los destinos de Alemania y de Italia, Malraux, como tantos otros, comprende al momento que el futuro de Europa (y del mundo, quizá) se ventila en España. Por eso se embarca en la aventura de la escuadrilla y, finalizada ésta, retoma la lucha antifascista con la pluma. La Esperanza es, pues, una novela “militante”, que toma partido decidido por la causa de la libertad amenazada por Franco y sus aliados alemanes e italianos.
Aunque La Esperanza no sea la primera novela que se escribió sobre la guerra de España, sí que fue la primera que alcanzó resonancia internacional y desde entonces ha sido considerada junto con Por quién doblan las campanas (1940), de Ernest Hemingway y La gran cruzada (también de 1940 aunque publicada en 1978) con la gran trilogía de las novelas extranjeras sobre el conflicto civil español.
La esperanza parece al comienzo un reportaje (y como tal la definió Albert Camus), pero, poco a poco, va elevando el tono y acaba convirtiéndose en una novela filosófica, de reflexiones morales y políticas. En los descansos de los episodios bélicos los personajes se ponen a debatir sobre la religión, la iglesia española y las razones del anticlericalismo de las clases trabajadoras y de los campesinos. En otros momentos, la discusión gira en la necesidad de proceder a un cambio de orientación en la política militar de la República: para los personajes más significativos de la novela (como para el propio Malraux), la República tiene que transformar las milicias populares en un ejército organizado y disciplinado. Otro día, alrededor de una mesa, comunistas y anarquistas polemizan sobre sus respectivas opiniones acerca de la sociedad, del estado y del discurrir de la guerra española. Con ocasión de los acontecimientos en Salamanca que llevaron  a la reclusión domiciliaria de Unamuno, el debate se establece entre el punto de vista del intelectual (dubitativo siempre, defensor del matiz y de la complejidad, pero estéril en última instancia) frente al del político y el revolucionario (maniqueo y totalizador, decidido y hombre de acción, pero que es quien al final resuelve los problemas). No faltan tampoco las discusiones sobre el arte y su función en los momentos revolucionarios.
Se podrían entresacar frases y frases (a cual más brillante) sobre los grandes temas que preocupaban esos años a la intelectualidad europea.

Algunos críticos han llamado la atención sobre “los silencios” de la novela: son, sobre todo, de dos tipos. El primero atañe al bando fascista: aquí no hay matices: son el mal absoluto y como tal actúan, sea a través de los atentados de los quintacolumnistas, los bombardeos indiscriminados contra la población civil o el exterminio de los vencidos, como en el caso de Badajoz. El otro se refiere a la retaguardia en la zona republicana: no hay “sacas” ni “paseos” (los dos únicos fusilamientos son tras sendos consejos de guerra), las iglesias que arden lo hacen por las bombas fascistas, las divergencias entre troskistas y comunistas ni se citan. Se ha querido justificar este maniqueísmo por el carácter propagandístico de la novela: iba a ser la voz de la República en Europa y en los Estados Unidos, con el objetivo de contrarrestar la propaganda franquista

Otro de los grandes logros de la novela hace referencia a sus cualidades literarias. Como en otros libros suyos, Malraux escribe con una agilidad, con una belleza, con una intensidad lírica que sobrecogen al lector. Su prosa está llena de hallazgos verbales y de rotundidades expresivas. A veces son  frases de carácter surrealista (“sonó un despertador y su llamada se perdió en la desolación de la mañana”[15]); otras, incitadoras a la lucha (“el proletariado de Barcelona respondía a las salvas con el rebato anhelante de las fábricas”[16]); unas expresan las contradicciones en las que se debaten los personajes (“Puig envidiaba a sus camaradas muertos, y sin embargo tenía ganas de ver los días próximos. Barcelona estaba encinta de todos los sueños de su vida”[17]); pero otras manifiestan el orgullo de las  certezas adquiridas (“Para Jaime, que tenía veintiséis años, el Frente Popular era la fraternidad en la vida y en la muerte”[18].




[1] Esta y todas las citas posteriores están tomadas de la edición de La esperanza, de “El País”, Colección Clásicos del Siglo XX. Madrid, 2002. Pág. 335.
[2] Id. p. 125
[3] Id. p. 184
[4] Id. P. 240
[5] Id. p. 214
[6] Id. p. 213
[7] Id. p. 53
[8] Id. p. 334
[9] Id. p. 408
[10] Id. p. 402
[11] Id. p. 218
[12] Id. p. 417
[13] Id. p. 521
[14] Maryse Bertrand de Muñoz La guerra civil española y la literatura francesa. Sevilla, Alfar, 1995, p. 121
[15] P´. 361
[16] P. 28.
[17] P. 35
[18] P. 48