lunes, 20 de julio de 2015

LA ESPERANZA, DE ANDRÉ MALRAUX (II)


RECEPCIÓN DE LA NOVELA EN FRANCIA

Nada más aparecer la novela en Francia, suscitó innumerables comentarios, la mayoría de ellos muy favorables. Camus dijo haber leído la novela ocho veces antes de haber conocido a su autor y Jorge Semprún confesó que llevaba un ejemplar de L’Espoir en la mochila cuando fue apresado por los alemanes y llevado al campo de Buchenwald.

Reproduzco algunos de los comentarios más significativos aparecidos en Francia en los años de la publicación de la novela:

A nuestro regreso de París [de las vacaciones de Navidad de 1937] leímos L’Espoir de Malraux con una pasión que desbordaba de lejos la literatura. Como en sus demás novelas, a sus héroes les faltaba encarnadura, pero esto no era importante pues los acontecimientos contaban mucho más que los personajes, y Malraux los narraba muy bien. Nos era cercano, por su predilección por el Apocalipsis, por la manera cómo sentía la contradicción entre el entusiasmo y la disciplina. Abordaba asuntos nuevos en la literatura: las relaciones entre la moral individualista y la práctica política; la posibilidad de conservar los valores humanos en medio de la misma guerra; porque los combatientes del ejército popular, eran civiles, hombres antes de haber sido soldados, y no lo olvidaban. Nos interesábamos en sus conflictos sin presentir hasta qué punto aparecerían, bien pronto, obsoletos, cuando la guerra total abolió todas las relaciones interhumanas que preocupaban a Malraux y a las que nosotros estábamos tan ligados.
Al lado de los bombardeos de Madrid, me parecían bien pálidas las batallas ganadas  o perdidas, todas las cosas que hasta entonces habían alimentado mi curiosidad.
Simone de Beauvoir en sus memorias, La force de l’âge, Folio, pp. 367-368


Entre nosotros, si ese libro hubiera sido escrito por un hitleriano-japonés, por una víbora lúbrica, por un chacal del POUM, por un perro troskista o un anarco-fascista, no hubiera sido más perjudicial para la causa que quiere defender.
Robert Brassillach, Action Française, 06/01/1938


La esperanza constituye una etapa nueva en la obra de Malraux, la de la identificación explícita con las perspectivas del partido comunista como partido que se opone a las tendencias espontáneas de la comunidad revolucionaria.
Al final de la obra, Malraux, que es un escritor coherente, saca todas las consecuencias de esta posición, comprendidas aquellas que los dirigentes estalinistas tomaban quizá en consideración, pero que no aceptaban afirmar explícitamente, y llega a negar, por primera vez en sus novelas sobre la revolución, el carácter absoluto, privilegiado e incontestable de ésta, como valor primero y fundamental [pues] la lucha esencial no es la que tiene lugar entre la revolución y la reacción, el humanismo y la barbarie, incluso ni la desarrollada entre el nacionalismo y el comunismo, o el nacionalismo y el proletariado, sino la lucha entre los partidos organizados, de los que , al menos, existen dos: el partido comunista y el partido fascista, que tienen como objetivo la conquista del mundo.
Lucien Goldman, Para una sociología de la novela, p.142


Para mí, es el libro más bello sobre la guerra civil española y el más hermosos libro de Malraux.
Henri de Montherland, L´’Express 28/3/1963


No hay ninguna duda de que L’Espoir es un gran libro. Libro grande por los logros del narrador, por la fidelidad de una materia de orden sublime. Malraux se había preguntado hace tiempo si sería posible no separar la acción de una novela de la acción en sí misma: con L’Espoir acaba de responderse a sí mismo
 Paul Nizan, Ce soir 13/1/1938


RECEPCIÓN DE LA NOVELA EN ESPAÑA

La primera edición de La esperanza en español se publicó en Chile en 1937, en la editorial Orbis, con traducción de Luis Alberto Sánchez. Curiosamente, en España no se editó en los dos años que aún duró la Guerra Civil. Al acabar ésta, Malraux prohibió expresamente que ninguna obra suya se editase en España. Por otro lado, la edición de Chile parece que no llegó apenas a España. Mucho más tarde, quizás no antes de 1977, La Esperanza se editó en Argentina (editorial Sur) con una traducción muy deficiente de José Bianco. Esa versión es que la utilizó Edhasa en la primera edición española de La Esperanza (1978) y también las otras editoriales, que se limitaron a repetir la traducción de José Bianco (Altaya, Orbis, El País). Incluso, Cátedra, en su colección “Letras Universales”, reprodujo el mismo texto sin que el prologuista, José María Fernández Cardo, hiciera ninguna referencia a las múltiples deficiencias de una traducción que vuelve ininteligibles múltiples pasajes.
Quizá por todo ello, no hay apenas comentario escrito alguno español a la novela en los cuarenta años que van desde 1937 a 1976.Y los pocos que aparecieron, no podían ser sino muy desfavorables a la novela. A raíz de la muerte del autor (1976), de su entierro oficial en el Panteón (1996) y del centenario de su nacimiento (2002), la prensa se hizo eco de la figura de Malraux, de su relación con España y del valor de su novela.

Transcribo algunas de las opiniones de escritores y estudiosos españoles sobre La Esperanza, tanto unas pocas aparecidas en vida del autor (y de Franco, no lo olvidemos) y otras más escritas a finales de la pasada década y comienzos de la presente:

De la Condition humaine a  L'espoir no hay más que un paso en la obra y en la vida de André Malraux. En el primero de estos dos libros, La condición humana, se nos revela, revolucionariamente, en un mundo chino. En el segundo, revolucionariamente también, en un mundo español. Recuerdo que en aquellas horas inolvidables de la defensa de Madrid, en aquellos primeros días vivísimos de la explosión popular revolucionaria española, André Malraux, refiriéndose a la diferencia «humana» entre estos dos mundos revolucionarios, el español y el chino, me decía su preferencia o afinidad personal naturalmente más íntima, más próxima por el español (…) Por eso, otras veces dijimos que ambos títulos podían relacionarse entre sí en confirmación recíproca de sus propios contenidos reales, convergiendo en una sola frase que sería la de la «condición humana de la esperanza», como si en sus dos contenidos correspondientes, al reunirlos en esa frase sola, se nos dijese con afirmación interrogante cuáles eran esa «condición humana» y esa «esperanza». Entonces creo también haber pensado y escrito que en la obra, y tal vez la vida de André Malraux, esta condición humana de la esperanza parecería ser la desesperación. La condición humana de la esperanza es la desesperación. Una desesperación desesperante, pero no desesperanzadora.
José Bergamín: “La condición humana y la esperanza”, El País, 24/11/1976


Malraux presenta en L’Espoir una sucesión de gestas heroicas y de discusiones abstractas. La acción y la reflexión, la violencia y la meditación, la dura vida del soldado y las elevadas consideraciones del intelectual aparecen mezcladas íntimamente; la acción conduce a la reflexión y ésta arrastra al hombre de nuevo a la acción. De hecho, Malraux no separa en ningún momento la conciencia de la experiencia; la una no precede a la otra, ambas vienen dadas de manera simultánea y permanecen inseparables. “¿Qué es lo mejor que un hombre puede hacer en su vida?” hace decir a uno de sus personajes y la respuesta es una síntesis de la novela: “Transformar en conciencia una experiencia lo más amplia posible”.
Maryse Bertrand de Muñoz, La guerra civil española en la literatura francesa, p. 121


Una hábil, concertada y permanente concentración de bombos propios y ajenos nos ha querido meter por los ojos L’Espoir como un documento trascendental, una sublime inmersión literaria en las honduras del alma española, popular, etc.
Se trata en realidad de un frío y calculadísimo amasijo de mentiras deliberadas, firmemente orientadas a plasmar literariamente todos los tópicos de la propaganda republicana.
Ricardo de la Cierva: Cien libros básicos sobre la guerra de España. Madrid, Publicaciones Españolas, 1966, p.305


Una deplorable expresión artística
Enrique Laborde, ABC, 24/11/1976


Sobre la Guerra Civil española, ¿quién después de haber leído a Orwell, puede seguir tomando en serio el histriónico dislate de Malraux? Junto a la verdad desnuda de Homenaje a Cataluña, las nebulosas y flatulentas peroratas de La esperanza tienen una hueca resonancia de oratoria de café
Simon Leys, El Cultural, Madrid, 29/08/1997


L’Espoir fue el testimonio de su entrega a la defensa de la España republicana y marcó el comienzo de la gran literatura generada por aquella gesta.
Juan Marichal: “Malraux y la perennidad literaria de la guerra española”, El País, 23/11/1996


Se trata de un conjunto de reflexiones o impresiones noveladas de nuestra Cruzada del 36, en la que intervino personalmente a favor de los rojos, siendo herido dos veces. Basta y sobra este episodio para hacer la figura de Malraux poco grata a los buenos españoles que salvaron la Patria a fuerza de coraje en la terrible empresa  en la que el comunismo resultó vencido.
Federico Oliván, ABC de Sevilla, 19/05/1962


Desde el punto de vista de la técnica novelística, esta novela constituye el punto extremo de toda su trayectoria anterior. Desaparecen en ella, en efecto, o se esfuman al menos, los personajes, en el habitual sentido de este término. Todo el libro se estructura, en fin de cuentas, de forma coral en torno a las voces, anónimas o identificables, de la realidad, de los protagonistas históricos de ésta. Desde las coces telefónicas del primer capítulo, que permiten seguir la progresión, o el fracaso, de la insurrección fascista, a lo largo y lo ancho de la geografía española, hasta las voces anónimas del último capítulo, voces de coro de tragedia, que acompañan el éxito de las armas republicanas en la batalla de Guadalajara.
Jorge Semprún: “Silencio y voces de Malraux”, El País, 29/11/1986


Malraux ha escrito L’Espoir a mi humilde parecer uno de los más grandes libros del siglo XX. No solo por la audacia de su forma narrativa, sino por su temática. Y es que, quiérase o no, guste o disguste hoy esa memoria, en estos tiempos de  premura de lo inmediato, el tema del Comunismo, de las consecuencias de su fracaso histórico, de las ilusiones que despertó, de su influencia en los intelectuales y en las masas europeas del siglo pasado, fue un tema central de dicha época.
No es posible pensar el siglo XX, ni siquiera hablar de él, sin hablar del Comunismo, sin pensarlo o volver a pensarlo. Y para esa tarea, L’Espoir es mucho más interesante y esclarecedora que la mayor parte de los ensayos y tratados históricos y teóricos que se han escrito.
Jorge Semprún: “Una fotografía de André Malraux”, El País, 30/082003


Esa obra de “agit.prop”, mejor que otras, desde luego, pero que se queda en eso, en propaganda.
Carlos Semprún Maura: “Sabores y colores”, ABC, 15/01/1997


Novela de ejemplaridad revolucionaria, especulativa, emocional y sentimentalista (…) a la que el tiempo no hace justicia, al menos en su línea argumental: un joven revolucionario, sin formación ni preparación, se abre camino hasta los más altos puestos de responsabilidad militar y militante porque tiene buen fondo y fe en la victoria.
Andrés Trapiello; Las armas y las Letras 3ª ed. Barcelona, Destino, 2010, pp. 365 y 561


Sus dotes narrativas, su capacidad de observación y su sentido solidario con quienes considera que defienden la libertad y la dignidad humanas encuentran en La Esperanza su mayor y personal homenaje.
Antonio de Villena, El Mundo, 03/10/2002


domingo, 12 de julio de 2015

LA ESPERANZA, DE ANDRÉ MALRAUX (I)








La Esperanza [en francés L’Espoir (1937)] es una novela del escritor francés  André Malraux (1901-1976), ambientada en los primeros meses de la Guerra Civil Española.

  

GÉNESIS

La novela parte de la experiencia de André Malraux en España durante la Guerra Civil. En agosto de 1936 Malraux, en nombre y con fondos económicos del gobierno de la II República Española, compró en Francia aviones,  reclutó las tripulaciones con voluntarios y mercenarios y lo puso todo al servicio de la República. La escuadrilla, formada y comandada por él, se denominó Escuadrilla España  y estuvo operativa desde agosto de 1936 a febrero de 1937. Su labor militar en defensa de la República fue muy importante hasta noviembre de 1936, cuando comenzaron a llegar aviones y militares soviéticos. En noviembre de 1936 la escuadrilla se integró en el ejército regular de la República bajo la denominación de “Escuadrilla André Malraux”. Su última acción bélica fue en febrero de 1937, en el intento de proteger a los refugiados republicanos que huían de Málaga hacia Almería. Los dos últimos aviones de la escuadrilla fueron abatidos en ese combate

A partir de esa fecha, Malraux alterna su estancia en España con viajes a los EEUU, donde pronuncia conferencias y mítines en apoyo de la República. Lo mismo hizo en Francia. En 1938 empieza el rodaje de una película titulada Sierra de Teruel, que se basa en uno de los episodios finales de la novela.

Para sus conferencias en los EEUU Malraux tomó muchas notas de lo que estaba viviendo en España, tanto como responsable de la Escuadrilla España como de lo que iba conociendo en sus recorridos por la Península. Además, se sabe que pidió informaciones diversas a María Teresa León, a su amigo José Bergamín (que aparecerá en la novela tras la figura de Guernico), al pintor comunista Luis Quintanilla (que había participado en el cerco del Alcázar de Toledo) y, sobre todo, al general republicano Gustavo Durán (que inspirará en gran parte el personaje Manuel de la novela). También consultó la prensa extranjera, especialmente las crónicas que el periodista Louis Delaprée enviaba al diario parisino France-Soir.

La redacción de la novela ocupó a Malraux desde abril a noviembre de 1937. El 18 de diciembre la novela apareció en las librerías y desde el primer momento obtuvo un gran éxito de lectores y crítica. Malraux regaló el manuscrito a su amigo Pablo Picasso, que lo perdió. En los archivos de Malraux se conservan diversos materiales que han permitido a los estudiosos seguir en parte el proceso de elaboración de la novela.





ESTRUCTURA Y ARGUMENTO

La Esperanza es una novela larga (más de 500 páginas en las diversas ediciones), estructurada en tres partes, tituladas La ilusión lírica, El Manzanares y La esperanza. La extensión de cada una de las tres partes va decreciendo: la primera parte ocupa la mitad de la novela; la segunda, un tercio; y la tercera, una quinta parte, aproximadamente.

La primera y segunda parte están formadas por multitud de cortos episodios, mientras que los tres de la última parte son los de más amplia extensión de la novela.

El ámbito temporal de la novela comienza el 18 de julio de 1936, fecha de la sublevación militar contra la República, y termina el 20 de marzo de 1937, con la victoria en las fuerzas republicanas contra la tropas rebeldes e italianas en Guadalajara.


PRIMERA PARTE: LA ILUSIÓN LÍRICA

I: LA ILUSIÓN LÍRICA

Rápidos cuadros sucesivos entre julio y agosto de 1936. Las acciones transcurren, entremezcladas, en Madrid y Barcelona los primeros días de la sublevación; los combates en la sierra de Madrid; la vida y actividades de la incipiente aviación republicana; y, finalmente, algunos combates aéreos en Extremadura. La mayor parte de los personajes de la novela aparecen ya en este primer capítulo. Junto a los diálogos rápidos, alternan descripciones impresionistas y discusiones filosóficas, políticas, morales y bélicas.

II: EJERCICIO DEL APOCALIPSIS

A diferencia del capítulo primero, éste gira todo él en torno al asedio del Alcázar, donde se van juntar gran parte de los protagonistas del capítulo anterior. La explicación del título del capítulo viene de la discusión final de la parte anterior en la que se afirma que hay que “organizar el Apocalipsis”.


SEGUNDA PARTE: EL MANZANARES

I: SER Y HACER

Se contrapone el fracaso anarquista de Toledo (ser) al éxito comunista de la defensa de Madrid (hacer). La acción se desarrolla en noviembre de 1936. Son, sobre todo,  episodios de la defensa de Madrid y la presencia de las Brigadas Internacionales. Interrumpiendo la línea argumental, se intercalan muchos diálogos y reflexiones sobre la política, la religión y el arte.

II: SANGRE DE IZQUIERDAS

El título hace referencia a un episodio anterior en el que un personaje está a punto de pisar un charco de sangre de un miliciano. Continúa la acción del apartado anterior, centrada en la heroica defensa de Madrid. También aquí alternan los episodios de acción con reflexiones filosóficas, morales y políticas.


TERCERA PARTE: LA ESPERANZA

Estamos ya en febrero de 1937. La acción de esta parte de la novela se desenvuelve en Málaga (episodio de los refugiados de esa ciudad de camino hacia Almería), en Teruel (episodio del campesino que descubre a la aviación republicana la existencia de un aeródromo secreto de los sublevados, que será la génesis de la película Sierra de Teruel) y en la batalla de Guadalajara, con cuyo desenlace, favorable a las fuerzas republicanas, termina la novela.
Los tres episodios de esta última parte son amplios y autónomos: cada uno de ellos podría ser una historia independiente.
El final de la novela es un canto de esperanza al triunfo de la República





LOS PERSONAJES

No hay personajes novelescos propiamente dicho, sino que son arquetipos o modelos de posturas ideológicas determinadas. El autor se sirve de ellos para expresar los enfrentamientos ideológicos existentes en el campo republicano.
Por un lado están los extranjeros enrolados en la escuadrilla de vuelo. Son alrededor de veinte personajes entre artilleros, bombarderos y pilotos. Los más significativos son Scali y Magnin. El primero es un idealista italiano, profesor de arte en su país y encargado de las relaciones de los voluntarios extranjeros con las autoridades militares españolas. La frase que se transcribe a continuación refleja bien su ideal y su compromiso político: “Hace un momento ha hablado usted de la esperanza: los hombres unido a la vez por la esperanza y por la acción tienen acceso, como los hombres unidos por el amor, a ámbitos a los que no tendrían acceso por sí solos. El conjunto de la escuadrilla es más noble que casi todos aquellos que la componen”[1].
Magnin es el responsable de la escuadrilla y el encargado del reclutamiento de los voluntarios extranjeros. En su vida anterior de civil había sido director de una empresa de aviación. Se debate entre el impulso revolucionario y la necesidad de la disciplina. En gran medida es un “alter ego” del novelista. Una frase que ayuda a definirlo es la siguiente: “El sueño de la libertad total, el poder al más noble, o algo por el estilo, todo eso forma parte a mis ojos de aquello por lo que estoy aquí”[2].

Otro grupo significativo es el de los militares que permanecieron fieles a la República. En la novela sobresalen dos, el coronel de la guardia civil Jiménez y el comandante Hernández. Al primero lo vemos en Barcelona el 19 de julio defendiendo la República contra los sublevados; más tarde,  en el asalto del Alcázar de Toledo; y, finalmente, en la defensa de Madrid. Acepta que si la República es derrotada será fusilado por los sublevados. Es un hombre educado en el mundo de la burguesía, de profundas convicciones católicas, pero que permanece fiel al juramento de  lealtad a la República. En ocasiones será el mentor de Manuel, cuando éste vaya escalando puestos en el ejército republicano; estas son algunas de las ideas que le quiere transmitir: “Muy pronto tendrá usted que formar a jóvenes oficiales. Desean ser queridos. En el hombre es natural. Y nada mejor, a condición de hacerle comprender lo siguiente: un oficial debe ser querido en la naturaleza de su mando –más justo, más eficaz, mejor-. Y no en las particularidades de su persona”[3].
El comandante Hernández dirige las fuerzas republicanas en el asalto al Alcázar de Toledo. Al final de este episodio morirá fusilado por los rebeldes. Es también un militar íntegro, religioso y humanista. Estas son dos breves frases suyas que ayudan a caracterizarlo: “¿Para qué sirve la revolución si no sabe hacer a los hombres mejores?”. “Todas las semillas se pudren al principio, pero algunas germinan… Un mundo sin esperanza es irrespirable”[4].

El mundo de los anarquistas está representado, sobre todo, por Puig y por el Negus. El primero, valiente y temerario, muere heroicamente el 19 de julio en Barcelona. Al Negus lo vemos en Barcelona, en el asedio del Alcázar en Toledo y, finalmente, en la defensa de Madrid. Él es quien expone los principios anarquistas en sus discusiones con los comunistas. Lo vemos en la frase siguiente: “Los partidos están hechos para los hombres, no los hombres para los partidos. Nosotros no queremos hacer un estado, ni una iglesia, ni un ejército. Queremos hombres”[5].

Frente a los anarquistas están los comunistas, representados en la novela por Enrique, un comisario del 5º Regimiento, y por Pradas, dirigente del partido y prototipo de los militantes del partido. De él es el texto siguiente: “Cuando tuvimos que ser soldados, fuimos soldados. Después, cuando tuvimos que ser constructores, hemos sido constructores. Hemos debido ser administradores, ingenieros, ¿qué más? Lo hemos sido. Y si en última instancia debemos ser curas, bues bien seremos cura. Pero hemos hecho un Estado revolucionario, y aquí hacemos un ejército. Concretamente. Con nuestras cualidades y nuestros defectos. Y es el ejército que salvará a la República y al proletariado”[6].

Encontramos también personajes sueltos, como Guernico, que representa a los católicos progresistas y a quien se atribuye una de las frases definitorias de la novela: “La fuerza más grande de la revolución es la esperanza”[7]. Por su parte, Alvear representa al intelectual que permanece al margen de la contienda por más que sea lúcido en sus ideas, como lo demuestra en la siguiente frase: “La revolución desempeña, entre otros papeles, el que desempeñaba en otros tiempos la vida eterna, lo que explica muchos de sus caracteres”[8].

Pero los dos personajes principales de la novela son García y Manuel. García es un científico a quien las circunstancias han convertido en político. Participa en casi todos los episodios de la novela y representa la figura del intelectual comprometido con la República. Aparece como el más lúcido de todos los personajes y el que mejor define la línea política del gobierno: para ganar la guerra hay que organizar en ejército disciplinado. Su respuesta al aviador Scali quien le pregunta qué puede hacer un hombre bueno en la tierra,  ha quedado como una de las claves no solo de la novela sino de toda acción revolucionaria: “Convertir en conciencia una experiencia tan larga como sea posible”[9]. En la mayoría de las escenas en las que interviene, García es la voz más escuchada y respetada por todos los interlocutores.

Por su parte, Manuel es el único de todos los personajes que tiene vida propia como personaje novelesco y también el único que va evolucionando a lo largo de la novela. Al principio lo vemos como un joven acomodado (tiene coche con el que suele ir a esquiar a la Sierra de Madrid), músico y simpatizante comunista. En las luchas, primero en Madrid, después en la Sierra y luego en Toledo va ascendiendo en el incipiente ejército republicano y convirtiéndose en uno de los generales del mítico Quinto Regimiento, auspiciado por el Partido Comunista. Paralelo a su ascenso militar se observa cómo va evolucionando políticamente y cómo esa evolución no se hace sin dificultades y sin lucha interior. Distintos episodios como el del niño que pinta “Muera el fascismo” con sangre de guardias civiles fusilados o el consejo de guerra y consiguiente fusilamiento de tres desertores de su propia brigada que él aprueba no sin congoja (“Nunca había sentido hasta ese punto que había que elegir entre la victoria y la piedad”[10]), van haciendo de él un modelo de jefe revolucionario implacable. Ya a mediados de la novela tiene claro cuál es el papel del futuro ejército de la República: “Ningún coraje colectivo resiste a los aviones y a las ametralladoras. En suma: los milicianos bien organizados y armados son valientes; pero los otros se escapan. Basta de milicias, basta de columnas: un ejército”[11]. Y cuando pasa revista por primera vez a las tropas como general de brigada esos son sus sentimientos: “Había sido necesario matar, no a enemigos, sino a hombres que habían sido voluntarios, porque él era responsable ante todos de la vida de cada uno de aquellos que pasaban delante de él. Todo hombre paga por aquello de lo cual se siente responsable: él, en adelante, era responsable de esas vidas”[12]. No es de extrañar, pues, que Manuel sea quien cierre la novela: el final de la novela coincide con el éxito del ejército republicano en Guadalajara y esos son los sentimientos que embargan a Manuel” Manuel oía por primera vez la voz de aquello que era más grave que la sangre de los hombres, más inquietante que su presencia en la tierra; la posibilidad infinita de su destino; y sentía en él esa presencia mezclada con el ruido de los arroyos y el paso de los prisioneros, permanente y profunda, como el latido de su corazón”[13].

En la novela apenas aparecen directamente soldados o simpatizantes de los sublevados. A lo largo de la narración, los fascistas son descritos siempre globalmente y como la personificación del mal y del horror

Los críticos han señalado cómo detrás de algunos de los personajes de la novela se esconden personajes reales. Las correspondencias más señaladas son las de Manuel y el general republicano Gustavo Durán (protagonista de la novela de El soldado de porcelana  (1997), de Horacio Vázquez Rial). El coronel Jiménez se parece en mucho al general Escobar, que, efectivamente en el año 1940 fue fusilado en el castillo de Monjuic “por rebelión militar”. Existe también un relato novelado de este personaje, La guerra del general Escobar (1983), de José Luis Olaizola, relato que sirvió al año siguiente para una película dirigida por José Luis Madrid. El intelectual Guernico  presenta muchas concomitancias con el escritor José Bergamín, gran amigo de Malraux. El piloto Attignies, es el piloto voluntario belga Paul Nothomb. El periodista Shade, sería una mezcla de los muchos corresponsales americanos en la guerra española con rasgos específicos de Herbert Matthews. En fin, el propio Malraux estaría representado, básicamente, por García y por el responsable de la escuadrilla extranjera, Magnin




Fotograma de la película Sierra de Teruel, de André Malraux


SIGNIFICADO Y VALOR DE LA ESPERANZA

Se ha escrito que La esperanza es “un himno a la dignidad humana, a la fraternidad, una inmensa esperanza para todos los hombres de acceder a esa dignidad por la “revolución”[14].
Es, también, un alegato contra el fascismo, imperante ya en aquellos años en Alemania y en Italia. Hay que recordar que, en vísperas de la II Guerra Mundial, muchos escritores habían hecho de la causa antifascista una de sus principales batallas. Malraux era uno de ellos: desde comienzos de la década de los treinta ésa era su lucha ideológica principal. Cuando en julio de 1936 la sublevación militar está a punto de unir a España con los destinos de Alemania y de Italia, Malraux, como tantos otros, comprende al momento que el futuro de Europa (y del mundo, quizá) se ventila en España. Por eso se embarca en la aventura de la escuadrilla y, finalizada ésta, retoma la lucha antifascista con la pluma. La Esperanza es, pues, una novela “militante”, que toma partido decidido por la causa de la libertad amenazada por Franco y sus aliados alemanes e italianos.
Aunque La Esperanza no sea la primera novela que se escribió sobre la guerra de España, sí que fue la primera que alcanzó resonancia internacional y desde entonces ha sido considerada junto con Por quién doblan las campanas (1940), de Ernest Hemingway y La gran cruzada (también de 1940 aunque publicada en 1978) con la gran trilogía de las novelas extranjeras sobre el conflicto civil español.
La esperanza parece al comienzo un reportaje (y como tal la definió Albert Camus), pero, poco a poco, va elevando el tono y acaba convirtiéndose en una novela filosófica, de reflexiones morales y políticas. En los descansos de los episodios bélicos los personajes se ponen a debatir sobre la religión, la iglesia española y las razones del anticlericalismo de las clases trabajadoras y de los campesinos. En otros momentos, la discusión gira en la necesidad de proceder a un cambio de orientación en la política militar de la República: para los personajes más significativos de la novela (como para el propio Malraux), la República tiene que transformar las milicias populares en un ejército organizado y disciplinado. Otro día, alrededor de una mesa, comunistas y anarquistas polemizan sobre sus respectivas opiniones acerca de la sociedad, del estado y del discurrir de la guerra española. Con ocasión de los acontecimientos en Salamanca que llevaron  a la reclusión domiciliaria de Unamuno, el debate se establece entre el punto de vista del intelectual (dubitativo siempre, defensor del matiz y de la complejidad, pero estéril en última instancia) frente al del político y el revolucionario (maniqueo y totalizador, decidido y hombre de acción, pero que es quien al final resuelve los problemas). No faltan tampoco las discusiones sobre el arte y su función en los momentos revolucionarios.
Se podrían entresacar frases y frases (a cual más brillante) sobre los grandes temas que preocupaban esos años a la intelectualidad europea.

Algunos críticos han llamado la atención sobre “los silencios” de la novela: son, sobre todo, de dos tipos. El primero atañe al bando fascista: aquí no hay matices: son el mal absoluto y como tal actúan, sea a través de los atentados de los quintacolumnistas, los bombardeos indiscriminados contra la población civil o el exterminio de los vencidos, como en el caso de Badajoz. El otro se refiere a la retaguardia en la zona republicana: no hay “sacas” ni “paseos” (los dos únicos fusilamientos son tras sendos consejos de guerra), las iglesias que arden lo hacen por las bombas fascistas, las divergencias entre troskistas y comunistas ni se citan. Se ha querido justificar este maniqueísmo por el carácter propagandístico de la novela: iba a ser la voz de la República en Europa y en los Estados Unidos, con el objetivo de contrarrestar la propaganda franquista

Otro de los grandes logros de la novela hace referencia a sus cualidades literarias. Como en otros libros suyos, Malraux escribe con una agilidad, con una belleza, con una intensidad lírica que sobrecogen al lector. Su prosa está llena de hallazgos verbales y de rotundidades expresivas. A veces son  frases de carácter surrealista (“sonó un despertador y su llamada se perdió en la desolación de la mañana”[15]); otras, incitadoras a la lucha (“el proletariado de Barcelona respondía a las salvas con el rebato anhelante de las fábricas”[16]); unas expresan las contradicciones en las que se debaten los personajes (“Puig envidiaba a sus camaradas muertos, y sin embargo tenía ganas de ver los días próximos. Barcelona estaba encinta de todos los sueños de su vida”[17]); pero otras manifiestan el orgullo de las  certezas adquiridas (“Para Jaime, que tenía veintiséis años, el Frente Popular era la fraternidad en la vida y en la muerte”[18].




[1] Esta y todas las citas posteriores están tomadas de la edición de La esperanza, de “El País”, Colección Clásicos del Siglo XX. Madrid, 2002. Pág. 335.
[2] Id. p. 125
[3] Id. p. 184
[4] Id. P. 240
[5] Id. p. 214
[6] Id. p. 213
[7] Id. p. 53
[8] Id. p. 334
[9] Id. p. 408
[10] Id. p. 402
[11] Id. p. 218
[12] Id. p. 417
[13] Id. p. 521
[14] Maryse Bertrand de Muñoz La guerra civil española y la literatura francesa. Sevilla, Alfar, 1995, p. 121
[15] P´. 361
[16] P. 28.
[17] P. 35
[18] P. 48

jueves, 9 de julio de 2015

LA GRAN CRUZADA, DE GUSTAV REGLER




La gran cruzada es una novela autobiográfica del escritor alemán Gustav Regler (1898-1963), que narra diversos episodios de la Guerra Civil Española vividos por miembros de las Brigadas Internacionales.


GÉNESIS DE LA OBRA
Regler escribió Las gran cruzada en el año 1938, a su regreso a Francia tras la experiencia de su participación en la guerra civil española. En principio se iba a publicar en alemán (en una editorial del exilio), en inglés y en francés, pero lo cierto es que la novela no apareció sino en 1940, en Nueva York, en su versión inglesa, con un prólogo muy elogioso de Ernest Hemingway, escritor con el que Regler había coincidido en la guerra de España. Esta versión inglesa sirvió de base para la publicación de la primera edición alemana, que lo fue en 1976, trece años después de la muerte del autor. En alemán la novela se titulaba El gran ejemplo y no La gran cruzada y llevaba como subtítulo “Novela de una brigada internacional”. Posteriormente, en 1985, se conoció una nueva versión manuscrita de la novela, que sirvió de base para la edición de la misma en las Obras del autor en 15 tomos a cargo de Michael Winkler en 1996. La traducción española de 2012 se basa en esta última edición alemana. Los estudiosos señalan que el autor hizo significativas correcciones ideológicas entre el primer manuscrito, la edición de 1940 y la última de 1996. Los cambios se debieron, especialmente, a la evolución ideológica de su autor, ferviente comunista ortodoxo en los años 30 y desengañado del comunismo a partir de la década de los 40.






Regler, Hemingway y Renn en el frente de Teruel


GUSTAV REGLER Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Gustav Regler vino a España en septiembre de 1936 en una delegación de la Asociación de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura formada por Louis Aragon, su compañera Elsa Triolet y el periodista alemán Kurt Stern. En un camión transportaban un proyector cinematográfico y una prensa tipográfica para la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Elsa Triolet contó las vicisitudes de ese viaje en una revista soviética y el texto ha aparecido como libro póstumo: Dix jours en Espagne (Bruselas, Les Editions Aden, 2010), no traducido a nuestro idioma. Cuando el grupo regresa a Francia, Regler permanece en España y se dirige a Albacete donde está el cuartel general de las Brigadas Internacionales. Es nombrado comisario de la XII Brigada, comandada por el general de origen húngaro Lukacz. A comienzos de noviembre de 1936 la XI Brigada, compuesta por tres batallones (uno italiano, otro francés y un tercero alemán) llega a Madrid, para defender la Ciudad Universitaria asediada por los franquistas. Desde esa fecha hasta que es herido de gravedad en el asedio a Huesca en junio de 1937, Regler y la XII Brigada lucharon en los frentes de Majadahonda, el Jarama y Guadalajara. En el accidente en el que fue herido Regler (una bomba enemiga impactó en el coche en el que viajaban cuatro personas), fallecieron el general Lukacz y el conductor del vehículo.


ARGUMENTO

La novela comienza directamente en medio de la defensa de la Ciudad Universitaria por parte de los miembros de la XII Brigada. Personajes reales se esconden bajo nombres novelescos. Así, entre otros, Regler aparece con el nombre de comisario Albert, el general Lukacz bajo el de general Paul, y el neurólogo alemán Werner Heilbrunn, que moriría también en el asedio de Huesca, como el médico jefe de la XII Brigada.  Otros muchos internacionalistas aparecen con sus nombres propios, así como militares y políticos españoles. Unas pocas figuras, españolas especialmente, parecen más novelescas que reales.
En nueve capítulos de parecida extensión el autor nos va narrando las distintas batallas en la que participó la XII Brigada hasta el asedio de Huesca. Finaliza con la muerte del general y del médico y las heridas del comisario Albert. Pero junto a la descripción de las batallas, el libro se hace eco de las pugnas políticas internas de los brigadistas y de las discusiones políticas surgidas a raíz del conocimiento de las segundas purgas de Stalin a comienzos de 1937.


Brigadistas Internacionles



SIGNIFICACIÓN

Aunque la novela está fundamentalmente narrada a través del comisario Albert (el propio Regler, como ya se ha dicho), el autor acierta  al dar el protagonismo a otros personajes con lo cual se ensancha el campo de visión novelesca y política del relato. Sin ninguna duda, la novela pretende una exaltación de los brigadistas internacionales que vinieron a España para luchar contra el fascismo y por la libertad a costa de sus propias vidas. Pero no son personajes de cartón piedra, sino hombres que aparecen con sus miserias humanas y políticas, con sus dudas sobre la actitud correcta que deben adoptar en situaciones no siempre claras, como, por ejemplo, la que se produce por la desconfianza ante posibles traidores infiltrados en las filas de los brigadistas. Algunos momentos de la narración son especialmente intensos, como los que protagoniza en la batalla de Guadalajara el batallón italiano Garibaldi enfrentado a sus compatriotas encuadrados en el ejército franquista.
Para representar las contradicciones de Regler ante el progresivo influjo de las ideas comunistas en las actuaciones de las brigadas, el novelista utiliza al médico Werner, que actúa como una especie de abogado del diablo que cuestiona la intransigencia dogmática del comisario.




Ficha Bibliográfica:
REGLER, Gustav: La gran cruzada. Prólogo de Ernest Hemigway. Estudio de la obras: Georg Pichler. Traducción Carmen Gómez García y Katja Tenhaeff. Madrid, editorial Tabla Rasa 2012, 555 pp.

OTRAS OBRAS DE GUSTAV REGLER RELACIONADAS CON LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Entre 1938 y 1941 Regler escribió otra novela, Juanita, que no se publicó en alemán hasta 1986 y que no ha sido traducida al español. Se trata de una novela de tipo folletinesco sobre los amores de una criada con un falangista. Parece ser que Regler pretendía repetir el éxito de Hemingway en Por quién doblan las campanas, pero no lo consiguió en absoluto.
Otros textos de Regler sobre la guerra de España se encuentran desperdigados en sus dos obras autobiográficas Das Ohr des Malchus y Sohn aus Niemandsland  y en su Diario correspondiente a los años 1936 y 1937. Pero ninguna de estas obras ha sido traducida al castellano.


OTRAS OBRAS LITERARIAS DE AUTORES EN LENGUA ALEMANA SOBRE LA GUERRA CIVIL
ANDRES, Stefan: Wir sind Utopia (1942). Somos utopía
BRECHT, Bertolt: Los fusiles de la señora Carrar (193)
KESTEN, Hermann: Dir Kinder von Gernika (1939). Los niños de Guernica
KOESTLER, Arthur: Testamento español (1937) y España ensangrentada (1937)


REFERENCIAS
BINNS, Niall: “Gustav Regler, comisario y novelista de la XII Brigada Internacional”, en La llamada de España. Escritores extranjeros en la Guerra de España. Barcelona, Montesinos, 2004, pp. 219-227
CASTELLS, Andreu: La Brigadas Internacionales de la Guerra de España. Barcelona, Ariel, 1974.
EISNER, Alexei: La duodécima Brigada Internacional. Trad. del ruso. Valencia, Prometeo, 1972
FORTEA, Carlos: “Gustav Regler: el fiel de la balanza”, en Dos cambios de siglo. Ensayos sobre literatura alemana traducida. International Academic Publishers, Berna, 2009, pp. 57-64