La Esperanza [en francés L’Espoir (1937)] es una novela del escritor francés André Malraux (1901-1976), ambientada en los primeros meses de la Guerra Civil Española.
GÉNESIS
La novela parte de la experiencia de André Malraux en España durante la
Guerra Civil. En agosto de 1936 Malraux, en nombre y con fondos económicos del
gobierno de la II República Española, compró en Francia aviones, reclutó las tripulaciones con voluntarios y
mercenarios y lo puso todo al servicio de la República. La escuadrilla, formada
y comandada por él, se denominó Escuadrilla
España y estuvo operativa desde
agosto de 1936 a febrero de 1937. Su labor militar en defensa de la República
fue muy importante hasta noviembre de 1936, cuando comenzaron a llegar
aviones y militares soviéticos. En noviembre de 1936 la escuadrilla se integró
en el ejército regular de la República bajo la denominación de “Escuadrilla
André Malraux”. Su última acción bélica fue en febrero de 1937,
en el intento de proteger a los refugiados republicanos que huían de Málaga
hacia Almería. Los dos últimos aviones de la escuadrilla fueron abatidos en ese
combate
A partir de esa fecha, Malraux alterna su estancia en España con viajes a
los EEUU, donde pronuncia conferencias y mítines en apoyo de la República. Lo
mismo hizo en Francia. En 1938 empieza el rodaje de una película titulada Sierra de Teruel, que se basa en uno de
los episodios finales de la novela.
Para sus conferencias en los EEUU Malraux tomó muchas notas de lo que
estaba viviendo en España, tanto como responsable de la Escuadrilla España como
de lo que iba conociendo en sus recorridos por la Península. Además, se sabe
que pidió informaciones diversas a María Teresa León, a su amigo José Bergamín
(que aparecerá en la novela tras la figura de Guernico), al pintor comunista
Luis Quintanilla (que había participado en el cerco del Alcázar de Toledo) y,
sobre todo, al general republicano Gustavo Durán (que inspirará en gran parte
el personaje Manuel de la novela). También consultó la prensa
extranjera, especialmente las crónicas que el periodista Louis Delaprée enviaba
al diario parisino France-Soir.
La redacción de la novela ocupó a Malraux desde abril a noviembre de 1937.
El 18 de diciembre la novela apareció en las librerías y desde el primer
momento obtuvo un gran éxito de lectores y crítica. Malraux regaló el
manuscrito a su amigo Pablo Picasso, que lo perdió. En los archivos de Malraux
se conservan diversos materiales que han permitido a los estudiosos seguir en parte
el proceso de elaboración de la novela.
ESTRUCTURA Y ARGUMENTO
La Esperanza es una novela larga (más
de 500 páginas en las diversas ediciones), estructurada en tres partes,
tituladas La ilusión lírica, El Manzanares y La esperanza. La extensión de cada una de las tres partes va
decreciendo: la primera parte ocupa la mitad de la novela; la segunda, un
tercio; y la tercera, una quinta parte, aproximadamente.
La primera y segunda parte están formadas por multitud de cortos episodios,
mientras que los tres de la última parte son los de más amplia extensión de la
novela.
El ámbito temporal de la novela comienza el 18 de julio de 1936, fecha de
la sublevación militar contra la República, y termina el 20 de marzo de 1937,
con la victoria en las fuerzas republicanas contra la tropas rebeldes e
italianas en Guadalajara.
PRIMERA PARTE: LA ILUSIÓN LÍRICA
I: LA ILUSIÓN LÍRICA
Rápidos cuadros sucesivos entre julio y agosto de 1936. Las acciones
transcurren, entremezcladas, en Madrid y Barcelona los primeros días de la
sublevación; los combates en la sierra de Madrid; la vida y actividades de la
incipiente aviación republicana; y, finalmente, algunos combates aéreos en
Extremadura. La mayor parte de los personajes de la novela aparecen ya en este
primer capítulo. Junto a los diálogos rápidos, alternan descripciones
impresionistas y discusiones filosóficas, políticas, morales y bélicas.
II: EJERCICIO DEL APOCALIPSIS
A diferencia del capítulo primero, éste gira todo él en torno al asedio del
Alcázar, donde se van juntar gran parte de los protagonistas del capítulo
anterior. La explicación del título del capítulo viene de la discusión final de
la parte anterior en la que se afirma que hay que “organizar el Apocalipsis”.
SEGUNDA PARTE: EL MANZANARES
I: SER Y HACER
Se contrapone el fracaso anarquista de Toledo (ser) al éxito comunista de la defensa de Madrid (hacer). La acción se desarrolla en
noviembre de 1936. Son, sobre todo,
episodios de la defensa de Madrid y la presencia de las Brigadas
Internacionales. Interrumpiendo la línea argumental, se intercalan muchos
diálogos y reflexiones sobre la política, la religión y el arte.
II: SANGRE DE IZQUIERDAS
El título hace referencia a un episodio anterior en el que un personaje
está a punto de pisar un charco de sangre de un miliciano. Continúa la acción
del apartado anterior, centrada en la heroica defensa de Madrid. También aquí alternan los episodios de
acción con reflexiones filosóficas, morales y políticas.
TERCERA PARTE: LA ESPERANZA
Estamos ya en febrero de 1937. La acción de esta parte de la novela se
desenvuelve en Málaga (episodio de los refugiados de esa ciudad de camino hacia
Almería), en Teruel (episodio del campesino que descubre a la aviación
republicana la existencia de un aeródromo secreto de los sublevados, que será la génesis de la película Sierra de Teruel)
y en la batalla de Guadalajara, con cuyo desenlace, favorable a las fuerzas
republicanas, termina la novela.
Los tres episodios de esta última parte son amplios y autónomos: cada uno
de ellos podría ser una historia independiente.
El final de la novela es un canto de esperanza al triunfo de la República
LOS PERSONAJES
No hay personajes novelescos propiamente dicho, sino que son arquetipos o
modelos de posturas ideológicas determinadas. El autor se sirve de ellos para
expresar los enfrentamientos ideológicos existentes en el campo republicano.
Por un lado están los extranjeros enrolados en la escuadrilla de vuelo.
Son alrededor de veinte personajes entre artilleros, bombarderos y pilotos. Los
más significativos son Scali y Magnin. El primero es un idealista
italiano, profesor de arte en su país y encargado de las relaciones de los
voluntarios extranjeros con las autoridades militares españolas. La frase que
se transcribe a continuación refleja bien su ideal y su compromiso político:
“Hace un momento ha hablado usted de la esperanza: los hombres unido a la vez
por la esperanza y por la acción tienen acceso, como los hombres unidos por el
amor, a ámbitos a los que no tendrían acceso por sí solos. El conjunto de la
escuadrilla es más noble que casi todos aquellos que la componen”[1].
Magnin es el responsable de la escuadrilla y el encargado del reclutamiento de
los voluntarios extranjeros. En su vida anterior de civil había sido director
de una empresa de aviación. Se debate entre el impulso revolucionario y la
necesidad de la disciplina. En gran medida es un “alter ego” del novelista. Una
frase que ayuda a definirlo es la siguiente: “El sueño de la libertad total, el
poder al más noble, o algo por el estilo, todo eso forma parte a mis ojos de
aquello por lo que estoy aquí”[2].
Otro grupo significativo es el de los militares que permanecieron fieles
a la República. En la novela sobresalen dos, el coronel de la guardia
civil Jiménez y el comandante Hernández. Al primero lo vemos en Barcelona
el 19 de julio defendiendo la República contra los sublevados; más tarde, en el asalto del Alcázar de Toledo; y,
finalmente, en la defensa de Madrid.
Acepta que si la República es derrotada será fusilado por los sublevados. Es un
hombre educado en el mundo de la burguesía, de profundas convicciones católicas,
pero que permanece fiel al juramento de
lealtad a la República. En ocasiones será el mentor de Manuel, cuando
éste vaya escalando puestos en el ejército republicano; estas son algunas de
las ideas que le quiere transmitir: “Muy pronto tendrá usted que formar a
jóvenes oficiales. Desean ser queridos. En el hombre es natural. Y nada mejor,
a condición de hacerle comprender lo siguiente: un oficial debe ser querido en
la naturaleza de su mando –más justo, más eficaz, mejor-. Y no en las
particularidades de su persona”[3].
El comandante Hernández dirige las fuerzas republicanas en el asalto al Alcázar
de Toledo. Al final de este episodio morirá fusilado por los rebeldes. Es
también un militar íntegro, religioso y humanista. Estas son dos breves frases suyas
que ayudan a caracterizarlo: “¿Para qué sirve la revolución si no sabe hacer a
los hombres mejores?”. “Todas las semillas se pudren al principio, pero algunas
germinan… Un mundo sin esperanza es irrespirable”[4].
El mundo de los anarquistas está representado, sobre todo, por Puig y por el
Negus. El primero, valiente y temerario, muere heroicamente el 19 de julio en
Barcelona. Al Negus lo vemos en Barcelona, en el asedio del Alcázar en
Toledo y, finalmente, en la defensa de Madrid. Él es quien expone los
principios anarquistas en sus discusiones con los comunistas. Lo vemos en la frase
siguiente: “Los partidos están hechos para los hombres, no los hombres para los
partidos. Nosotros no queremos hacer un estado, ni una iglesia, ni un ejército.
Queremos hombres”[5].
Frente a los anarquistas están los comunistas, representados en la
novela por Enrique, un comisario del 5º Regimiento, y por Pradas, dirigente del
partido y prototipo de los militantes del partido. De él es el texto siguiente:
“Cuando tuvimos que ser soldados, fuimos soldados. Después, cuando tuvimos que
ser constructores, hemos sido constructores. Hemos debido ser administradores,
ingenieros, ¿qué más? Lo hemos sido. Y si en última instancia debemos ser
curas, bues bien seremos cura. Pero hemos hecho un Estado revolucionario, y
aquí hacemos un ejército. Concretamente. Con nuestras cualidades y nuestros defectos.
Y es el ejército que salvará a la República y al proletariado”[6].
Encontramos también personajes sueltos, como Guernico, que
representa a los católicos progresistas y a quien se atribuye una de las frases
definitorias de la novela: “La fuerza más grande de la revolución es la
esperanza”[7]. Por su parte, Alvear
representa al intelectual que permanece al margen de la contienda por más que
sea lúcido en sus ideas, como lo demuestra en la siguiente frase: “La
revolución desempeña, entre otros papeles, el que desempeñaba en otros tiempos
la vida eterna, lo que explica muchos de sus caracteres”[8].
Pero los dos personajes principales de la novela son García y Manuel. García
es un científico a quien las circunstancias han convertido en político.
Participa en casi todos los episodios de la novela y representa la figura del
intelectual comprometido con la República. Aparece como el más lúcido de todos
los personajes y el que mejor define la línea política del gobierno: para ganar
la guerra hay que organizar en ejército disciplinado. Su respuesta al aviador
Scali quien le pregunta qué puede hacer un hombre bueno en la tierra, ha quedado como una de las claves no solo de
la novela sino de toda acción revolucionaria: “Convertir en conciencia una
experiencia tan larga como sea posible”[9]. En la mayoría de las
escenas en las que interviene, García es la voz más escuchada y respetada por
todos los interlocutores.
Por su parte, Manuel es el único de todos los personajes que tiene
vida propia como personaje novelesco y también el único que va evolucionando a
lo largo de la novela. Al principio lo vemos como un joven acomodado (tiene
coche con el que suele ir a esquiar a la Sierra de Madrid), músico y
simpatizante comunista. En las luchas, primero en Madrid, después en la Sierra
y luego en Toledo va ascendiendo en el incipiente ejército republicano y
convirtiéndose en uno de los generales del mítico Quinto Regimiento, auspiciado
por el Partido Comunista. Paralelo a su ascenso militar se observa cómo va
evolucionando políticamente y cómo esa evolución no se hace sin dificultades y sin
lucha interior. Distintos episodios como el del niño que pinta “Muera el
fascismo” con sangre de guardias civiles fusilados o el consejo de guerra y
consiguiente fusilamiento de tres desertores de su propia brigada que él
aprueba no sin congoja (“Nunca había sentido hasta ese punto que había que
elegir entre la victoria y la piedad”[10]), van haciendo de él un
modelo de jefe revolucionario implacable. Ya a mediados de la novela tiene
claro cuál es el papel del futuro ejército de la República: “Ningún coraje
colectivo resiste a los aviones y a las ametralladoras. En suma: los milicianos
bien organizados y armados son valientes; pero los otros se escapan. Basta de
milicias, basta de columnas: un ejército”[11]. Y cuando pasa revista
por primera vez a las tropas como general de brigada esos son sus sentimientos:
“Había sido necesario matar, no a enemigos, sino a hombres que habían sido
voluntarios, porque él era responsable ante todos de la vida de cada uno de
aquellos que pasaban delante de él. Todo hombre paga por aquello de lo cual se
siente responsable: él, en adelante, era responsable de esas vidas”[12]. No es de extrañar, pues,
que Manuel sea quien cierre la novela: el final de la novela coincide con el éxito
del ejército republicano en Guadalajara y esos son los sentimientos que
embargan a Manuel” Manuel oía por primera vez la voz de aquello que era más
grave que la sangre de los hombres, más inquietante que su presencia en la
tierra; la posibilidad infinita de su destino; y sentía en él esa presencia
mezclada con el ruido de los arroyos y el paso de los prisioneros, permanente y
profunda, como el latido de su corazón”[13].
En la novela apenas aparecen directamente soldados o simpatizantes de los
sublevados. A lo largo de la narración, los fascistas son descritos siempre
globalmente y como la personificación del mal y del horror
Los críticos han señalado cómo detrás de algunos de los personajes de la
novela se esconden personajes reales. Las correspondencias más señaladas son
las de Manuel y el general republicano Gustavo Durán (protagonista de la novela
de El soldado de porcelana (1997), de Horacio Vázquez Rial). El coronel
Jiménez se parece en mucho al general Escobar, que, efectivamente en el año
1940 fue fusilado en el castillo de Monjuic “por rebelión militar”. Existe
también un relato novelado de este personaje, La guerra del general Escobar (1983), de José Luis Olaizola, relato
que sirvió al año siguiente para una película dirigida por José Luis Madrid. El
intelectual Guernico presenta muchas
concomitancias con el escritor José Bergamín, gran amigo de Malraux. El piloto
Attignies, es el piloto voluntario belga Paul Nothomb. El periodista Shade,
sería una mezcla de los muchos corresponsales americanos en la guerra española
con rasgos específicos de Herbert Matthews. En fin, el propio Malraux estaría
representado, básicamente, por García y por el responsable de la escuadrilla
extranjera, Magnin
Fotograma de la película Sierra de Teruel, de André Malraux
SIGNIFICADO Y VALOR DE LA ESPERANZA
Se ha escrito que La esperanza es
“un himno a la dignidad humana, a la fraternidad, una inmensa esperanza para
todos los hombres de acceder a esa dignidad por la “revolución”[14].
Es, también, un alegato contra el fascismo, imperante ya en aquellos años
en Alemania y en Italia. Hay que recordar que, en vísperas de la II Guerra
Mundial, muchos escritores habían hecho de la causa antifascista una de sus
principales batallas. Malraux era uno de ellos: desde comienzos de la década de
los treinta ésa era su lucha ideológica principal. Cuando en julio de 1936 la
sublevación militar está a punto de unir a España con los destinos de Alemania
y de Italia, Malraux, como tantos otros, comprende al momento que el futuro de
Europa (y del mundo, quizá) se ventila en España. Por eso se embarca en la
aventura de la escuadrilla y, finalizada ésta, retoma la lucha antifascista con
la pluma. La Esperanza es, pues, una
novela “militante”, que toma partido decidido por la causa de la libertad amenazada
por Franco y sus aliados alemanes e italianos.
Aunque La Esperanza no sea la
primera novela que se escribió sobre la guerra de España, sí que fue la primera
que alcanzó resonancia internacional y desde entonces ha sido considerada junto
con Por quién doblan las campanas (1940),
de Ernest Hemingway y La gran cruzada (también
de 1940 aunque publicada en 1978) con la gran trilogía de las novelas
extranjeras sobre el conflicto civil español.
La esperanza parece al comienzo un
reportaje (y como tal la definió Albert Camus), pero, poco a poco, va elevando
el tono y acaba convirtiéndose en una novela filosófica, de reflexiones morales
y políticas. En los descansos de los episodios bélicos los personajes se ponen
a debatir sobre la religión, la iglesia española y las razones del
anticlericalismo de las clases trabajadoras y de los campesinos. En otros
momentos, la discusión gira en la necesidad de proceder a un cambio de
orientación en la política militar de la República: para los personajes más
significativos de la novela (como para el propio Malraux), la República tiene
que transformar las milicias populares en un ejército organizado y
disciplinado. Otro día, alrededor de una mesa, comunistas y anarquistas
polemizan sobre sus respectivas opiniones acerca de la sociedad, del estado y
del discurrir de la guerra española. Con ocasión de los acontecimientos en
Salamanca que llevaron a la reclusión
domiciliaria de Unamuno, el debate se establece entre el punto de vista del
intelectual (dubitativo siempre, defensor del matiz y de la complejidad, pero
estéril en última instancia) frente al del político y el revolucionario
(maniqueo y totalizador, decidido y hombre de acción, pero que es quien al
final resuelve los problemas). No faltan tampoco las discusiones sobre el arte
y su función en los momentos revolucionarios.
Se podrían entresacar frases y frases (a cual más brillante) sobre los
grandes temas que preocupaban esos años a la intelectualidad europea.
Algunos críticos han llamado la atención sobre “los silencios” de la
novela: son, sobre todo, de dos tipos. El primero atañe al bando fascista: aquí
no hay matices: son el mal absoluto y como tal actúan, sea a través de los
atentados de los quintacolumnistas, los bombardeos indiscriminados contra la
población civil o el exterminio de los vencidos, como en el caso de Badajoz. El
otro se refiere a la retaguardia en la zona republicana: no hay “sacas” ni
“paseos” (los dos únicos fusilamientos son tras sendos consejos de guerra), las
iglesias que arden lo hacen por las bombas fascistas, las divergencias entre
troskistas y comunistas ni se citan. Se ha querido justificar este maniqueísmo
por el carácter propagandístico de la novela: iba a ser la voz de la República
en Europa y en los Estados Unidos, con el objetivo de contrarrestar la
propaganda franquista
Otro de los grandes logros de la novela hace referencia a sus cualidades
literarias. Como en otros libros suyos, Malraux escribe con una agilidad, con
una belleza, con una intensidad lírica que sobrecogen al lector. Su prosa está
llena de hallazgos verbales y de rotundidades expresivas. A veces son frases de carácter surrealista (“sonó un
despertador y su llamada se perdió en la desolación de la mañana”[15]); otras, incitadoras a la
lucha (“el proletariado de Barcelona respondía a las salvas con el rebato anhelante
de las fábricas”[16]);
unas expresan las contradicciones en las que se debaten los personajes (“Puig
envidiaba a sus camaradas muertos, y sin embargo tenía ganas de ver los días
próximos. Barcelona estaba encinta de todos los sueños de su vida”[17]); pero otras manifiestan
el orgullo de las certezas adquiridas (“Para
Jaime, que tenía veintiséis años, el Frente Popular era la fraternidad en la
vida y en la muerte”[18].
[1] Esta y todas las citas posteriores
están tomadas de la edición de La esperanza,
de “El País”, Colección Clásicos del Siglo XX. Madrid, 2002. Pág.
335.
[2]
Id. p. 125
[3]
Id. p. 184
[4]
Id. P. 240
[5]
Id. p. 214
[6]
Id. p. 213
[7]
Id. p. 53
[8]
Id. p. 334
[9]
Id. p. 408
[10]
Id. p. 402
[11]
Id. p. 218
[12] Id. p. 417
[13] Id. p. 521
[14] Maryse Bertrand de Muñoz La guerra civil española y la literatura
francesa. Sevilla, Alfar, 1995, p. 121
[15] P´. 361
[16] P. 28.
[17] P. 35
[18] P. 48
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