domingo, 12 de julio de 2015

LA ESPERANZA, DE ANDRÉ MALRAUX (I)








La Esperanza [en francés L’Espoir (1937)] es una novela del escritor francés  André Malraux (1901-1976), ambientada en los primeros meses de la Guerra Civil Española.

  

GÉNESIS

La novela parte de la experiencia de André Malraux en España durante la Guerra Civil. En agosto de 1936 Malraux, en nombre y con fondos económicos del gobierno de la II República Española, compró en Francia aviones,  reclutó las tripulaciones con voluntarios y mercenarios y lo puso todo al servicio de la República. La escuadrilla, formada y comandada por él, se denominó Escuadrilla España  y estuvo operativa desde agosto de 1936 a febrero de 1937. Su labor militar en defensa de la República fue muy importante hasta noviembre de 1936, cuando comenzaron a llegar aviones y militares soviéticos. En noviembre de 1936 la escuadrilla se integró en el ejército regular de la República bajo la denominación de “Escuadrilla André Malraux”. Su última acción bélica fue en febrero de 1937, en el intento de proteger a los refugiados republicanos que huían de Málaga hacia Almería. Los dos últimos aviones de la escuadrilla fueron abatidos en ese combate

A partir de esa fecha, Malraux alterna su estancia en España con viajes a los EEUU, donde pronuncia conferencias y mítines en apoyo de la República. Lo mismo hizo en Francia. En 1938 empieza el rodaje de una película titulada Sierra de Teruel, que se basa en uno de los episodios finales de la novela.

Para sus conferencias en los EEUU Malraux tomó muchas notas de lo que estaba viviendo en España, tanto como responsable de la Escuadrilla España como de lo que iba conociendo en sus recorridos por la Península. Además, se sabe que pidió informaciones diversas a María Teresa León, a su amigo José Bergamín (que aparecerá en la novela tras la figura de Guernico), al pintor comunista Luis Quintanilla (que había participado en el cerco del Alcázar de Toledo) y, sobre todo, al general republicano Gustavo Durán (que inspirará en gran parte el personaje Manuel de la novela). También consultó la prensa extranjera, especialmente las crónicas que el periodista Louis Delaprée enviaba al diario parisino France-Soir.

La redacción de la novela ocupó a Malraux desde abril a noviembre de 1937. El 18 de diciembre la novela apareció en las librerías y desde el primer momento obtuvo un gran éxito de lectores y crítica. Malraux regaló el manuscrito a su amigo Pablo Picasso, que lo perdió. En los archivos de Malraux se conservan diversos materiales que han permitido a los estudiosos seguir en parte el proceso de elaboración de la novela.





ESTRUCTURA Y ARGUMENTO

La Esperanza es una novela larga (más de 500 páginas en las diversas ediciones), estructurada en tres partes, tituladas La ilusión lírica, El Manzanares y La esperanza. La extensión de cada una de las tres partes va decreciendo: la primera parte ocupa la mitad de la novela; la segunda, un tercio; y la tercera, una quinta parte, aproximadamente.

La primera y segunda parte están formadas por multitud de cortos episodios, mientras que los tres de la última parte son los de más amplia extensión de la novela.

El ámbito temporal de la novela comienza el 18 de julio de 1936, fecha de la sublevación militar contra la República, y termina el 20 de marzo de 1937, con la victoria en las fuerzas republicanas contra la tropas rebeldes e italianas en Guadalajara.


PRIMERA PARTE: LA ILUSIÓN LÍRICA

I: LA ILUSIÓN LÍRICA

Rápidos cuadros sucesivos entre julio y agosto de 1936. Las acciones transcurren, entremezcladas, en Madrid y Barcelona los primeros días de la sublevación; los combates en la sierra de Madrid; la vida y actividades de la incipiente aviación republicana; y, finalmente, algunos combates aéreos en Extremadura. La mayor parte de los personajes de la novela aparecen ya en este primer capítulo. Junto a los diálogos rápidos, alternan descripciones impresionistas y discusiones filosóficas, políticas, morales y bélicas.

II: EJERCICIO DEL APOCALIPSIS

A diferencia del capítulo primero, éste gira todo él en torno al asedio del Alcázar, donde se van juntar gran parte de los protagonistas del capítulo anterior. La explicación del título del capítulo viene de la discusión final de la parte anterior en la que se afirma que hay que “organizar el Apocalipsis”.


SEGUNDA PARTE: EL MANZANARES

I: SER Y HACER

Se contrapone el fracaso anarquista de Toledo (ser) al éxito comunista de la defensa de Madrid (hacer). La acción se desarrolla en noviembre de 1936. Son, sobre todo,  episodios de la defensa de Madrid y la presencia de las Brigadas Internacionales. Interrumpiendo la línea argumental, se intercalan muchos diálogos y reflexiones sobre la política, la religión y el arte.

II: SANGRE DE IZQUIERDAS

El título hace referencia a un episodio anterior en el que un personaje está a punto de pisar un charco de sangre de un miliciano. Continúa la acción del apartado anterior, centrada en la heroica defensa de Madrid. También aquí alternan los episodios de acción con reflexiones filosóficas, morales y políticas.


TERCERA PARTE: LA ESPERANZA

Estamos ya en febrero de 1937. La acción de esta parte de la novela se desenvuelve en Málaga (episodio de los refugiados de esa ciudad de camino hacia Almería), en Teruel (episodio del campesino que descubre a la aviación republicana la existencia de un aeródromo secreto de los sublevados, que será la génesis de la película Sierra de Teruel) y en la batalla de Guadalajara, con cuyo desenlace, favorable a las fuerzas republicanas, termina la novela.
Los tres episodios de esta última parte son amplios y autónomos: cada uno de ellos podría ser una historia independiente.
El final de la novela es un canto de esperanza al triunfo de la República





LOS PERSONAJES

No hay personajes novelescos propiamente dicho, sino que son arquetipos o modelos de posturas ideológicas determinadas. El autor se sirve de ellos para expresar los enfrentamientos ideológicos existentes en el campo republicano.
Por un lado están los extranjeros enrolados en la escuadrilla de vuelo. Son alrededor de veinte personajes entre artilleros, bombarderos y pilotos. Los más significativos son Scali y Magnin. El primero es un idealista italiano, profesor de arte en su país y encargado de las relaciones de los voluntarios extranjeros con las autoridades militares españolas. La frase que se transcribe a continuación refleja bien su ideal y su compromiso político: “Hace un momento ha hablado usted de la esperanza: los hombres unido a la vez por la esperanza y por la acción tienen acceso, como los hombres unidos por el amor, a ámbitos a los que no tendrían acceso por sí solos. El conjunto de la escuadrilla es más noble que casi todos aquellos que la componen”[1].
Magnin es el responsable de la escuadrilla y el encargado del reclutamiento de los voluntarios extranjeros. En su vida anterior de civil había sido director de una empresa de aviación. Se debate entre el impulso revolucionario y la necesidad de la disciplina. En gran medida es un “alter ego” del novelista. Una frase que ayuda a definirlo es la siguiente: “El sueño de la libertad total, el poder al más noble, o algo por el estilo, todo eso forma parte a mis ojos de aquello por lo que estoy aquí”[2].

Otro grupo significativo es el de los militares que permanecieron fieles a la República. En la novela sobresalen dos, el coronel de la guardia civil Jiménez y el comandante Hernández. Al primero lo vemos en Barcelona el 19 de julio defendiendo la República contra los sublevados; más tarde,  en el asalto del Alcázar de Toledo; y, finalmente, en la defensa de Madrid. Acepta que si la República es derrotada será fusilado por los sublevados. Es un hombre educado en el mundo de la burguesía, de profundas convicciones católicas, pero que permanece fiel al juramento de  lealtad a la República. En ocasiones será el mentor de Manuel, cuando éste vaya escalando puestos en el ejército republicano; estas son algunas de las ideas que le quiere transmitir: “Muy pronto tendrá usted que formar a jóvenes oficiales. Desean ser queridos. En el hombre es natural. Y nada mejor, a condición de hacerle comprender lo siguiente: un oficial debe ser querido en la naturaleza de su mando –más justo, más eficaz, mejor-. Y no en las particularidades de su persona”[3].
El comandante Hernández dirige las fuerzas republicanas en el asalto al Alcázar de Toledo. Al final de este episodio morirá fusilado por los rebeldes. Es también un militar íntegro, religioso y humanista. Estas son dos breves frases suyas que ayudan a caracterizarlo: “¿Para qué sirve la revolución si no sabe hacer a los hombres mejores?”. “Todas las semillas se pudren al principio, pero algunas germinan… Un mundo sin esperanza es irrespirable”[4].

El mundo de los anarquistas está representado, sobre todo, por Puig y por el Negus. El primero, valiente y temerario, muere heroicamente el 19 de julio en Barcelona. Al Negus lo vemos en Barcelona, en el asedio del Alcázar en Toledo y, finalmente, en la defensa de Madrid. Él es quien expone los principios anarquistas en sus discusiones con los comunistas. Lo vemos en la frase siguiente: “Los partidos están hechos para los hombres, no los hombres para los partidos. Nosotros no queremos hacer un estado, ni una iglesia, ni un ejército. Queremos hombres”[5].

Frente a los anarquistas están los comunistas, representados en la novela por Enrique, un comisario del 5º Regimiento, y por Pradas, dirigente del partido y prototipo de los militantes del partido. De él es el texto siguiente: “Cuando tuvimos que ser soldados, fuimos soldados. Después, cuando tuvimos que ser constructores, hemos sido constructores. Hemos debido ser administradores, ingenieros, ¿qué más? Lo hemos sido. Y si en última instancia debemos ser curas, bues bien seremos cura. Pero hemos hecho un Estado revolucionario, y aquí hacemos un ejército. Concretamente. Con nuestras cualidades y nuestros defectos. Y es el ejército que salvará a la República y al proletariado”[6].

Encontramos también personajes sueltos, como Guernico, que representa a los católicos progresistas y a quien se atribuye una de las frases definitorias de la novela: “La fuerza más grande de la revolución es la esperanza”[7]. Por su parte, Alvear representa al intelectual que permanece al margen de la contienda por más que sea lúcido en sus ideas, como lo demuestra en la siguiente frase: “La revolución desempeña, entre otros papeles, el que desempeñaba en otros tiempos la vida eterna, lo que explica muchos de sus caracteres”[8].

Pero los dos personajes principales de la novela son García y Manuel. García es un científico a quien las circunstancias han convertido en político. Participa en casi todos los episodios de la novela y representa la figura del intelectual comprometido con la República. Aparece como el más lúcido de todos los personajes y el que mejor define la línea política del gobierno: para ganar la guerra hay que organizar en ejército disciplinado. Su respuesta al aviador Scali quien le pregunta qué puede hacer un hombre bueno en la tierra,  ha quedado como una de las claves no solo de la novela sino de toda acción revolucionaria: “Convertir en conciencia una experiencia tan larga como sea posible”[9]. En la mayoría de las escenas en las que interviene, García es la voz más escuchada y respetada por todos los interlocutores.

Por su parte, Manuel es el único de todos los personajes que tiene vida propia como personaje novelesco y también el único que va evolucionando a lo largo de la novela. Al principio lo vemos como un joven acomodado (tiene coche con el que suele ir a esquiar a la Sierra de Madrid), músico y simpatizante comunista. En las luchas, primero en Madrid, después en la Sierra y luego en Toledo va ascendiendo en el incipiente ejército republicano y convirtiéndose en uno de los generales del mítico Quinto Regimiento, auspiciado por el Partido Comunista. Paralelo a su ascenso militar se observa cómo va evolucionando políticamente y cómo esa evolución no se hace sin dificultades y sin lucha interior. Distintos episodios como el del niño que pinta “Muera el fascismo” con sangre de guardias civiles fusilados o el consejo de guerra y consiguiente fusilamiento de tres desertores de su propia brigada que él aprueba no sin congoja (“Nunca había sentido hasta ese punto que había que elegir entre la victoria y la piedad”[10]), van haciendo de él un modelo de jefe revolucionario implacable. Ya a mediados de la novela tiene claro cuál es el papel del futuro ejército de la República: “Ningún coraje colectivo resiste a los aviones y a las ametralladoras. En suma: los milicianos bien organizados y armados son valientes; pero los otros se escapan. Basta de milicias, basta de columnas: un ejército”[11]. Y cuando pasa revista por primera vez a las tropas como general de brigada esos son sus sentimientos: “Había sido necesario matar, no a enemigos, sino a hombres que habían sido voluntarios, porque él era responsable ante todos de la vida de cada uno de aquellos que pasaban delante de él. Todo hombre paga por aquello de lo cual se siente responsable: él, en adelante, era responsable de esas vidas”[12]. No es de extrañar, pues, que Manuel sea quien cierre la novela: el final de la novela coincide con el éxito del ejército republicano en Guadalajara y esos son los sentimientos que embargan a Manuel” Manuel oía por primera vez la voz de aquello que era más grave que la sangre de los hombres, más inquietante que su presencia en la tierra; la posibilidad infinita de su destino; y sentía en él esa presencia mezclada con el ruido de los arroyos y el paso de los prisioneros, permanente y profunda, como el latido de su corazón”[13].

En la novela apenas aparecen directamente soldados o simpatizantes de los sublevados. A lo largo de la narración, los fascistas son descritos siempre globalmente y como la personificación del mal y del horror

Los críticos han señalado cómo detrás de algunos de los personajes de la novela se esconden personajes reales. Las correspondencias más señaladas son las de Manuel y el general republicano Gustavo Durán (protagonista de la novela de El soldado de porcelana  (1997), de Horacio Vázquez Rial). El coronel Jiménez se parece en mucho al general Escobar, que, efectivamente en el año 1940 fue fusilado en el castillo de Monjuic “por rebelión militar”. Existe también un relato novelado de este personaje, La guerra del general Escobar (1983), de José Luis Olaizola, relato que sirvió al año siguiente para una película dirigida por José Luis Madrid. El intelectual Guernico  presenta muchas concomitancias con el escritor José Bergamín, gran amigo de Malraux. El piloto Attignies, es el piloto voluntario belga Paul Nothomb. El periodista Shade, sería una mezcla de los muchos corresponsales americanos en la guerra española con rasgos específicos de Herbert Matthews. En fin, el propio Malraux estaría representado, básicamente, por García y por el responsable de la escuadrilla extranjera, Magnin




Fotograma de la película Sierra de Teruel, de André Malraux


SIGNIFICADO Y VALOR DE LA ESPERANZA

Se ha escrito que La esperanza es “un himno a la dignidad humana, a la fraternidad, una inmensa esperanza para todos los hombres de acceder a esa dignidad por la “revolución”[14].
Es, también, un alegato contra el fascismo, imperante ya en aquellos años en Alemania y en Italia. Hay que recordar que, en vísperas de la II Guerra Mundial, muchos escritores habían hecho de la causa antifascista una de sus principales batallas. Malraux era uno de ellos: desde comienzos de la década de los treinta ésa era su lucha ideológica principal. Cuando en julio de 1936 la sublevación militar está a punto de unir a España con los destinos de Alemania y de Italia, Malraux, como tantos otros, comprende al momento que el futuro de Europa (y del mundo, quizá) se ventila en España. Por eso se embarca en la aventura de la escuadrilla y, finalizada ésta, retoma la lucha antifascista con la pluma. La Esperanza es, pues, una novela “militante”, que toma partido decidido por la causa de la libertad amenazada por Franco y sus aliados alemanes e italianos.
Aunque La Esperanza no sea la primera novela que se escribió sobre la guerra de España, sí que fue la primera que alcanzó resonancia internacional y desde entonces ha sido considerada junto con Por quién doblan las campanas (1940), de Ernest Hemingway y La gran cruzada (también de 1940 aunque publicada en 1978) con la gran trilogía de las novelas extranjeras sobre el conflicto civil español.
La esperanza parece al comienzo un reportaje (y como tal la definió Albert Camus), pero, poco a poco, va elevando el tono y acaba convirtiéndose en una novela filosófica, de reflexiones morales y políticas. En los descansos de los episodios bélicos los personajes se ponen a debatir sobre la religión, la iglesia española y las razones del anticlericalismo de las clases trabajadoras y de los campesinos. En otros momentos, la discusión gira en la necesidad de proceder a un cambio de orientación en la política militar de la República: para los personajes más significativos de la novela (como para el propio Malraux), la República tiene que transformar las milicias populares en un ejército organizado y disciplinado. Otro día, alrededor de una mesa, comunistas y anarquistas polemizan sobre sus respectivas opiniones acerca de la sociedad, del estado y del discurrir de la guerra española. Con ocasión de los acontecimientos en Salamanca que llevaron  a la reclusión domiciliaria de Unamuno, el debate se establece entre el punto de vista del intelectual (dubitativo siempre, defensor del matiz y de la complejidad, pero estéril en última instancia) frente al del político y el revolucionario (maniqueo y totalizador, decidido y hombre de acción, pero que es quien al final resuelve los problemas). No faltan tampoco las discusiones sobre el arte y su función en los momentos revolucionarios.
Se podrían entresacar frases y frases (a cual más brillante) sobre los grandes temas que preocupaban esos años a la intelectualidad europea.

Algunos críticos han llamado la atención sobre “los silencios” de la novela: son, sobre todo, de dos tipos. El primero atañe al bando fascista: aquí no hay matices: son el mal absoluto y como tal actúan, sea a través de los atentados de los quintacolumnistas, los bombardeos indiscriminados contra la población civil o el exterminio de los vencidos, como en el caso de Badajoz. El otro se refiere a la retaguardia en la zona republicana: no hay “sacas” ni “paseos” (los dos únicos fusilamientos son tras sendos consejos de guerra), las iglesias que arden lo hacen por las bombas fascistas, las divergencias entre troskistas y comunistas ni se citan. Se ha querido justificar este maniqueísmo por el carácter propagandístico de la novela: iba a ser la voz de la República en Europa y en los Estados Unidos, con el objetivo de contrarrestar la propaganda franquista

Otro de los grandes logros de la novela hace referencia a sus cualidades literarias. Como en otros libros suyos, Malraux escribe con una agilidad, con una belleza, con una intensidad lírica que sobrecogen al lector. Su prosa está llena de hallazgos verbales y de rotundidades expresivas. A veces son  frases de carácter surrealista (“sonó un despertador y su llamada se perdió en la desolación de la mañana”[15]); otras, incitadoras a la lucha (“el proletariado de Barcelona respondía a las salvas con el rebato anhelante de las fábricas”[16]); unas expresan las contradicciones en las que se debaten los personajes (“Puig envidiaba a sus camaradas muertos, y sin embargo tenía ganas de ver los días próximos. Barcelona estaba encinta de todos los sueños de su vida”[17]); pero otras manifiestan el orgullo de las  certezas adquiridas (“Para Jaime, que tenía veintiséis años, el Frente Popular era la fraternidad en la vida y en la muerte”[18].




[1] Esta y todas las citas posteriores están tomadas de la edición de La esperanza, de “El País”, Colección Clásicos del Siglo XX. Madrid, 2002. Pág. 335.
[2] Id. p. 125
[3] Id. p. 184
[4] Id. P. 240
[5] Id. p. 214
[6] Id. p. 213
[7] Id. p. 53
[8] Id. p. 334
[9] Id. p. 408
[10] Id. p. 402
[11] Id. p. 218
[12] Id. p. 417
[13] Id. p. 521
[14] Maryse Bertrand de Muñoz La guerra civil española y la literatura francesa. Sevilla, Alfar, 1995, p. 121
[15] P´. 361
[16] P. 28.
[17] P. 35
[18] P. 48

1 comentario: